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martes, 22 de diciembre de 2009

ESTUDIO SOBRE EL ORIGEN DE LOS LIBROS HERMETICOS

ESTUDIO SOBRE EL ORIGEN DE LOS LIBROS HERMETICOS

Los libros de Hermes Trismegisto gozaron de gran autoridad durante los primeros siglos de la Iglesia. Los Doctores cristianos invocaban a menudo su testimonio junto con el de las Sibilas, que habían anunciado la venida de Cristo a los paganos, mientras que los Profetas la predecían a los hebreos: “Hermes –dice Lactancio- ha descubierto, no sé cómo, casi toda la verdad”. Se le consideraba como una especie de revelador inspirado, y sus escritos pasaban por monumentos auténticos de la antigua teología de los egipcios. Esta opinión fue aceptada por Marsilio Ficino, Patrizzi y demás eruditos del Renacimiento que tradujeron o comentaron los libros herméticos. Estos creyeron encontrar en ellos la fuente original de las iniciaciones órficas, de la filosofía de Pitágoras y de Platón. Un comentario erudito, ha fijado la fecha de las distintas series de oráculos sibilinos, obra en parte judía, en parte cristiana, que Lactancio y otros Doctores de la Iglesia, víctima ellos mismos del fraude de sus antecesores, oponen a menudo a los paganos para convencerlos de la verdad del cristianismo.

Sin embargo, no se ha establecido con la misma certidumbre el origen y fecha de los libros que llevan el nombre de Hermes Trismegisto. Causabon los atribuía a un judío o a un cristiano. El autor del Pantheon Aegyptiorum, Jablonski, cree reconocer en ellos la obra de un gnóstico. Hoy día se los clasifica entre las últimas producciones de la filosofía griega, aunque se admite que en medio de las ideas alejandrinas que forman su fondo, existen algunas huellas de dogmas religiosos del Antiguo Egipto. Esta es la opinión que sostiene Creuzer y su erudito intérprete M. Guigniaut.

En un reciente trabajo en el que la cuestión se plantea con gran claridad, M. Egger expresa el deseo de que un filólogo de experiencia publique una buena edición de todos los textos de Hermes acompañándolos de un comentario. Este deseo ha sido ya en parte realizado. M. Parthey ha publicado, en Berlín, una excelente edición de los catorce capítulos de los que poseemos el texto griego completo. Este los reúne, como se hace generalmente, bajo el nombre de Poemander[1]. Pero este título, como señala Patrizzi, no se ajusta más que a uno sólo de ellos, el que los manuscritos colocan primero. Existe además un largo diálogo titulado Asclepios, del que no poseemos más que una traducción latina falsamente atribuida a Apuleyo; y finalmente, numerosos fragmentos conservados por Estobeo, Cirilo, Lactancio y Suidas; los tres principales han sido extraídos de un diálogo titulado El Libro Sagrado.

Al leer una traducción, casi siempre se tiende a atribuir al traductor las oscuridades debidas a menudo al estilo del autor y a los temas que éste trata. La dificultad de una traducción de Hermes tiene muchas causas: la incorrección de una gran parte de los textos, la excesiva sutilidad del pensamiento y la insuficiencia de nuestra lengua filosófica. Las palabras que aparecen más a menudo en las obras de los filósofos y sobre todo los platónicos, nouV, logoV, genesiV, y muchas otras, no tienen verdaderos equivalentes en francés. Algunas de estas palabras poseen en griego dos o tres sentidos, y los alejandrinos se divertían jugando con estas distintas acepciones. Añádase a ello los participios neutros, que no podemos traducir más que a través de perífrasis, por ejemplo cinoun, cinoumenon, pro on, y una multitud de palabras con su sentido preciso en griego, a las que el uso ha dado, en francés, un sentido muy vago y general. Así, el mundo y la Naturaleza significan para nosotros la misma cosa, mientras que cosmoV y jusiV representan ideas muy diferentes. Nosotros oponemos siempre el espíritu a la materia, en griego pneuma posee casi siempre un sentido material y ulh un sentido abstracto. La palabra alma traduce muy imperfectamente yuch, que para los griegos era casi sinónimo de zwh, la vida. Todas las sutilezas del análisis psicológico de los griegos se nos escapan; ni siquiera tenemos palabras para traducir JumoV y epiqumticon.

Estas dificultades de vocabulario no son sin embargo las más grandes. Aunque la lengua de Hermes no ofrece aquellas construcciones cultas que hacen tan difícil una traducción literal de Tucídides, Píndaro o los Coros trágicos, su estilo es casi siempre oscuro, y el traductor no puede hacerlo más claro, porque esta oscuridad se encuentra más en el pensamiento que en la expresión. El Asclepios, que no existe más que en latín, ofrece las mismas dificultades que los textos griegos. Algunos pasajes citados en griego por Lactancio permiten creer que esta vieja traducción, que parece anterior a San Agustín, debería ser bastante exacta en cuanto al sentido general; pero a pesar de los manuscritos, es imposible atribuirla a Apuleyo, pues está comprobado ya desde hace bastante tiempo que el estilo de Apuleyo no tiene nada en común con esta forma pesada e incorrecta.



[1] Hermetis Trismegisti Poemander, Berlín, 1854. Debería conservarse la forma griega Poimandres. Como lo señala M. Egger, Poemander corresponde al griego Poimandros, y no a Poimandres.

TRATADOS HERMETICOS -- TRATADO IX

TRATADOS HERMETICOS

TRATADO IX

SOBRE EL PENSAMIENTO[1] Y LA SENSACIÓN.

LO BELLO Y LO BUENO SOLO EXISTEN EN DIOS Y EN NINGUNA OTRA PARTE

1.

Ayer, Asclepios, di a conocer mi Discurso Perfecto[2], hoy entiendo que es necesario, como continuación de ese discurso, exponer también la doctrina de la sensación. En efecto, según la opinión común, sensación e intelección[3] difieren en que una es de naturaleza material y la otra de naturaleza esencial.

Mi opinión, por el contrario, es que las dos no son más que uno y no entrañan distinción alguna entre los hombres; pues si, en los otros animales, la sensación está unida a la naturaleza, entre los hombres se añade además la intelección[4]. El intelecto difiere de la intelección en la misma medida que Dios de la actividad divina[5]. En efecto: la actividad divina está producida por Dios[6] y la intelección está producida por el intelecto[7] y es hermana del discurso[8], o mejor, intelección y discurso son instrumentos el uno del otro, toda vez que ni el discurso puede ser enunciado sin intelección ni la intelección puede ser manifestada sin discurso[9].

2.

La sensación y la intelección han confluido en el hombre, casi enlazadas la una con la otra[10], pues el conocimiento intelectual no es posible sin sensación ni la percepción sensible lo es sin intelección. Pero, ¿es posible concebir una intelección sin sensación como cuando se representan visiones imaginarias durante los sueños?[11] A mi me parece que, durante la visión de los sueños, esas dos facultades desaparecen, mientras que en estado de vigilia, la intelección permanece siempre unida a la sensación[12]. La sensación se encuentra repartida entre el cuerpo y el alma y, cuando las dos partes de la sensación se juntan por común acuerdo, entonces la intelección, después de haber sido alumbrada por el intelecto, es enunciada por la palabra[13].

3.

En efecto: el intelecto alumbra todos los conceptos[14], los conceptos buenos cuando ha recibido de Dios la simiente, y los conceptos contrarios cuando las ha recibido de un ser demoníaco, pues no hay parte alguna del mundo en la que no habite un genio[15] que, insinuándose en el intelecto[16], siembra la semilla de su propia energía.

Entonces el intelecto alumbra lo que en él ha sido sembrado: adulterios, crímenes, crueldad con los padres[17], sacrilegios, actos de impiedad, suicidios por ahorcamiento[18] o despeñamientos por precipicios y otras cosas parecidas que son obra de los démones.

4.

En cuanto a las simientes de Dios, son poco numerosas, pero grandes, y bellas, y buenas: la virtud, la templanza y la piedad. La piedad es el conocimiento de Dios[19] y quien ha aprendido a conocer a Dios, lleno como está de todos los bienes, obtiene sus intelecciones del propio Dios[20], y no se parecen a las del vulgo. De ahí que quienes están en el conocimiento[21] no gusten al vulgo y que a ellos no les satisfaga el vulgo. Parecen locos[22] y están expuestos al hazmerreír público, se les odia y desprecia e incluso se les llega a dar muerte.

Como he dicho, el mal ha de habitar necesariamente aquí abajo, pues aquí abajo tiene su propia morada: su morada es la tierra, no el mundo como dicen algunos con la voluntad de blasfemar. Sin embargo, el hombre piadoso, lo sabrá soportar todo, porque ha tomado conciencia del conocimiento[23]. Para un hombre así todas las cosas son buenas, incluso aquéllas que para los demás son malas. Si contra él se urden acechanzas lo reduce todo al conocimiento[24], y entre los hombres es el único que sabe tornar los males en bienes.

5.

Vuelvo de nuevo a la doctrina de la sensación. Lo propio del hombre es que en él se de la unión íntima de la sensación y de la intelección[25], pero como antes he dicho, no todo hombre disfruta de la intelección, porque hay dos tipos de hombres: el material y el esencial.

Uno de ellos, el material, asociado al mal, obtiene de los démones, según dije, la simiente de la intelección[26]. Los otros están asociados esencialmente al bien y Dios los mantiene a salvo. Dios, fabricante del universo, cuando fabrica a todos los seres, los hace semejantes a sí mismo pero éstos, que han sido creados buenos, se acaban diferenciando por la manera en que usan de su actividad[27].

El movimiento del mundo, por su fricción, otorga tal o cual cualidad a las generaciones[28], manchando a unos con malicia y purificando a otros con el bien. Pues el mundo, oh Asclepios, también tiene su propia sensación y su propio intelecto, no iguales a las del hombre, ni tan sujetas a la diversidad, sino, en general, más fuertes y más simples[29].

6.

El cosmos[30] tiene una única sensación[31] e intelección: hacer y deshacer todas las cosas en sí mismo[32], como instrumento de la voluntad de Dios, pues ha sido creado con forma de instrumento para conservar en su seno todas las simientes que ha recibido de Dios, para producir eficazmente a todos los seres y, tras disolverlos a todos, los renueva y, a continuación, a los seres que fueron disueltos[33], como un buen sembrador de vida, por las mutaciones que entraña su propio movimiento, les procura a todos la renovación.

No importa que el mundo no engendre la vida: con su movimiento vivifica a todos los seres y es, a la vez, lugar y creador de la vida.

7.

Todos los cuerpos están hechos de materia pero de diversa manera, unos son de tierra, otros de agua, de aire o de fuego. Todos son cuerpos compuestos según una fórmula más compleja o más simple. Los más complejos son los cuerpos más pesados, los más simples, los cuerpos más ligeros.

La rapidez de movimientos del mundo causa la diversidad cualitativa de las generaciones[34]. Pues el aliento del mundo, sucediéndose sin interrupción, ofrece incesantemente a los cuerpos nuevas cualidades, y no hay más que un único todo: el todo de la vida[35].

8.

Por tanto, Dios es el padre del mundo y el mundo es el padre de los seres que están en el mundo; el mundo es el hijo de Dios y los seres que están en el mundo han surgido del mundo[36].

Con pleno derecho el mundo ha sido llamado cosmos[37], pues con la unión de los seres él compone un orden con la diversidad de la generación[38], por la continuidad de la vida, por la infatigable constancia de su operación[39], por el rápido movimiento de la necesidad[40], por la combinación de los elementos y por el buen orden de todo lo que viene al ser. Por tanto, es de necesidad y es conveniente que el mundo sea llamado CosmoV[41]..

Por lo tanto, entre todos los vivientes, la sensación y la intelección proceden de fuera, como una brisa surgida de la atmósfera[42], pero el mundo las recibió todas a la vez en el instante en que vino al ser, y de Dios las ha recibido, y las obtiene de Dios.

9.

En cuanto a Dios, no está desprovisto de sensación y de intelección[43], como algunos pensarán, blasfemando en un exceso de reverencia, pues todos los seres que existen, oh Asclepios, son en Dios[44], están producidos por Dios y dependen de lo alto, ya ejerzan su actividad por medio de los cuerpos, ya sean movidos por una sustancia psíquica, ya sean vivificados por medio de un soplo o ya reciban en sí todo lo que está muerto: es razonable que esto sea así[45]. Y digo más, Dios no los contiene sino que, a decir verdad, Él es todos los seres; no los añade a sí mismo desde fuera, es Él quien los da de sí mismo y los produce[46]. En esto consiste la sensación y la intelección en Dios: mover siempre todos los seres[47].

Y jamás llegará el tiempo en que nada de cuanto existe sea abandonado[48]; en efecto, cuando digo “de cuanto existe” quiero decir “de Dios”[49], toda vez que Dios contiene en sí mismo todo cuanto existe, nada está fuera de Él y Él no está fuera de nada.

10.

Si posees la inteligencia, Asclepios, estas cosas te parecerán verdaderas, pero si no tienes el conocimiento te parecerán increíbles[50]. Pues tener fe es haber hecho un acto de inteligencia, y estar falto de fe es estar falto de inteligencia. El discurso no llega hasta la verdad pero el intelecto es poderoso, y después de haber sido guiado hasta cierto punto del camino por el discurso puede avanzar, por sí mismo, hasta la verdad.

Entonces, después de abrazar con una sola mirada a todos los seres, al comprender que todo está de acuerdo con lo explicado por el discurso, ha creído y ha encontrado su reposo en esta bella creencia[51]. A quienes, gracias al don de Dios, han comprendido, estas palabras serán creíbles, pero son increíbles para aquéllos que no las han comprendido[52].

Con esto es suficiente en lo que concierne a la intelección y la sensación.



[1] García i Amat traduce como “intelección”, en “Obras Completas”, Ed. Continente.

[2] L. Menard traduce como “discurso de iniciación”, en “Los Libros de Hermes Trismegisto”, Ed. Edicomunicación. Se trata del “Asclepios”, que constituye el Libro II del Corpus Hermeticum.

[3] O bien, “pensamiento”, Id.

[4] O bien, “En los demás animales es la sensación, y en el hombre es el pensamiento el que está unido a la Naturaleza”, Id.

[5] O bien, “El pensamiento difiere de la inteligencia como la divinidad difiere de Dios...”, Id.

[6] O bien, “la divinidad nace de Dios”, Id.

[7] O bien, “el pensamiento nace de la inteligencia”, Id.

[8] Menard traduce como “palabra”, Id.

[9] O bien, “Toda palabra expresa un pensamiento y todo pensamiento se manifiesta por la palabra”, Id.

[10] O bien, “La sensación y el pensamiento tienen, pues, en el hombre una influencia recíproca y se encuentran indisolublemente unidos”, Id.

[11] O bien, directamente, “Sin embargo puede suponerse un pensamiento sin sensación, como las imágenes fantásticas que se ven en sueños”, Id.

[12] O bien, “pero me parece que ambas acciones se producen en el sueño, y que la sensación excitada pasa del sueño al estado de vigilia”, Id.

[13] O bien, “Cuando las dos partes de la sensación están de acuerdo, entonces se expresa el pensamiento concebido por la inteligencia”, Id.

[14] O bien, “la inteligencia concibe todos los pensamientos”, Id.

[15] O bien, directamente, “Ninguna parte del mundo está vacía de demonios, hablo de demonios separados de Dios”, Id.

[16] O bien, “aquel que entra en nosotros y siembra...”, Id.

[17] O bien, directamente, “ los parricidios”, Id.

[18] O bien, “las opresiones”, Id.

[19] Esta definición es tomada por Lactancio (Lactancio, II, 15). Id.

[20] Menard traduce “concibe pensamientos divinos y diferentes de los de la muchedumbre”, Id.

[21] O bien, “Gnosis”, Id.

[22] O bien, “se los considera insensatos”, Id.

[23] O bien, “por la posesión de la Gnosis”, Id.

[24] O bien, “Sus meditaciones llevan todo a la Gnosis”, Id.

[25] O bien, “La unión íntima entre la sensación y el pensamiento forma el carácter del hombre”, Id.

[26] O bien, “Los malos son materiales y reciben de los demonios la semilla de sus pensamientos”, Id.

[27] O bien, “pero estas creaciones buenas son estériles en la acción”.

[28] O bien, “hace nacer producciones distintas...”, Id.

[29] O bien, “no parecido al hombre ni tan variado, pero superior y más simple”, Id.

[30] Menard traduce “mundo”, Id.

[31] Menard traduce “sentimiento”, Id.

[32] O bien, “crear todas las cosas y hacerlas volver a sí mismo”, Id.

[33] O bien “y su papel es el de recibir las semillas divinas, conservarlas, producir todas las cosas, disolverlas y renovarlas”, Id.

[34] O bien, “produce la variedad de géneros”, Id.

[35] O bien, “su respiración frecuente extiende sobre los cuerpos múltiples atributos junto con la plenitud uniforme de la vida”, Id.

[36] O bien, “quien está en el mundo le está sometido”, Id.

[37]CosmoV, de cosmev”, adornar, Id.

[38] O bien, “porque adorna todo y pone todo en orden a través de la variedad de las especies”, Id.

[39] O bien, “la actividad constante”, Id.

[40] O bien, “la necesidad de movimiento”, Id.

[41] García i Amat traduce, directamente, “Kosmos”, op. cit.

[42] O bien, “viene del exterior, del medio ambiente”, L. Menard, op. cit.

[43] Menard traduce “sentimiento” y “pensamiento”, Op. cit.

[44] O bien, “todo lo existe... está en Dios”, Id.

[45] O bien, “lo que actúa a través de los cuerpos, lo que se mueve a través de la esencia animada, lo que vivifica por el espíritu, lo que sirve de receptáculo a las creaciones muertas, todo esto está en Dios”, Id.

[46] O bien, “Él no saca nada de fuera, hace surgir todo de Él mismo”, Id.

[47] O bien, “El sentimiento, el pensamiento de Dios, es el movimiento eterno del universo...”, Id.

[48] O bien, directamente, “nunca jamás perecerá un ser cualquiera...”, Id.

[49] O bien, “es decir una parte de Dios...”, Id.

[50] O bien, “Estas cosas, oh Asclepios, son verdaderas para quien las comprende; el ignorante no cree en ellas...”, Id.

[51] O bien, “Cuando medita sobre todas las cosas, encontrándolas de acuerdo con las interpretaciones de la palabra, ella cree y descansa en esta fe bienaventurada.”, Id.

[52] O bien, “Los que comprenden las palabras divinas tienen fe, los que no comprenden son incrédulos”, Id.

TRATADOS HERMETICOS -- TRATADO VIII

TRATADOS HERMETICOS

TRATADO VIII

NADA SE PIERDE[1]

Y ERRÓNEAMENTE SE LLAMA A LOS CAMBIOS MUERTE Y DESTRUCCION

1.

En cuanto al alma y al cuerpo, hijo mío, conviene decir ahora de qué manera el alma es inmortal y de qué especie es la fuerza que causa el aglomerado del cuerpo y su disolución[2], pues la muerte no tiene nada que ver con ninguna de esas cosas[3], sino que es un concepto forjado a partir de la palabra inmortal, ya sea por ficción, ya sea por privación de la primera letra[4], la palabra thanatos en lugar de athanatos. Pues la muerte pertenece a la categoría de la aniquilación y nada de lo que está en el mundo es aniquilado. En efecto, si el mundo es un segundo Dios y un viviente inmortal, es imposible que una parte cualquiera de ese viviente inmortal pueda morir: todo lo que está en el mundo es parte del mundo y sobretodo el hombre, el animal razonable.

2.

En realidad, a la cabeza de todos los seres vivientes está Dios, eterno, inengendrado, creador del universo; en segundo lugar viene aquél que fue hecho por el Primero a su imagen y que por él es conservado, alimentado y dotado de inmortalidad en tanto ha surgido de un padre eterno, y en tanto que inmortal, vive sin fin.

El viviente sin fin no es lo mismo que el eterno[5]. Dios no ha sido engendrado por nadie y en caso de que lo haya sido, lo ha sido en sí mismo. Pero la verdad es que Él jamás ha sido engendrado: Él se engendra eternamente, el Padre, en tanto nacido de sí mismo, es inmortal, el cosmos, habiendo surgido del Padre, ha nacido inmortal[6].

3.

Y toda la materia que él tenía guardada por su voluntad[7], a ese todo, el Padre dio forma de cuerpo[8], y después de darle volumen, le dio figura esférica, atribuyéndole esa misma cualidad: que la materia también fuese inmortal y que su materialidad fuera eterna.

Primeramente, después de haber diseminado las cualidades de las formas específicas en el interior de la esfera[9], el Padre las encerró allí como dentro de un antro[10], queriendo adornar con todas esas cualidades al ser así cualificado merced a sus cuidados, y envolvió de inmortalidad al cuerpo entero[11] a fin de que, si la materia quería separarse del conglomerado corporal, no pudiese disolverse en el desorden que le es propio. Pues, cuando la materia todavía no estaba formada en un cuerpo, hijo mío, estaba en desorden e, incluso aquí abajo, conserva la facultad de aumentar y la facultad de disminuir, que los hombres llaman muerte.

4.

Este desorden no se produjo más que entre los vivientes terrestres, pues los cuerpos de los vivientes celestes tienen un único orden, aquél que el Padre les asignó desde el principio, y este orden se ha conservado indisoluble por el retorno de cada uno de ellos a su lugar primero[12]. En cuanto al retorno de los cuerpos terrestres a su lugar primero, consiste en la disolución del conglomerado, y esta disolución consiste en el retorno a los cuerpos indisolubles, es decir, a los cuerpos inmortales: en verdad, se produce una pérdida de la conciencia, pero no una aniquilación de los cuerpos[13].

5.

El tercer viviente es el hombre, que ha sido hecho a imagen del mundo y que, a diferencia de los restantes animales terrestres, posee el intelecto según la voluntad del Padre, y no solamente está unido al segundo Dios por un vínculo de simpatía, sino que, además, toma inteligencia del primer Dios[14]. A aquél lo percibe como cuerpo por la sensación, a éste, al Bien, lo aprehende por la inteligencia, como incorporal e intelecto[15].

TAT: Este viviente, pues, ¿no es aniquilado?

HERMES: Habla bien, hijo mío, y concibe lo que es Dios, lo que es el mundo, lo que es un viviente inmortal y lo que es un viviente disoluble, y comprende que el mundo viene de Dios y está en Dios, y que el hombre viene del mundo y que él está en el mundo, y que Dios es quien causa, agrupa y mantiene juntas a todas las cosas[16].



[1] García i Amat traduce “Que ningún ser perece...”, en “Obras Completas”, Ed. Continente.

[2] O bien, “...de la constitución del cuerpo y de su descomposición”, en L. Menard, “Los Libros de Hermes Trismegisto”, Ed. Edicomunicación.

[3] O bien, “Pues la muerte no existe...”, Id.

[4] O bien, “la palabra mortal está desprovista de sentido, o no es otra cosa que la palabra inmortal que ha perdido su primera sílaba.”, Id.

[5] O bien, “La inmortalidad difiere de la eternidad”, Id.

[6] O bien, “Quien dice eterno dice universal. El Padre es eterno por Sí mismo, el mundo ha recibido del Padre la vida perpetua y la inmoralidad.”, Id.

[7] O bien, “De toda la materia que tenía bajo su poder...”, Id.

[8] O, directamente, “el Padre hizo el cuerpo del universo...”, Id.

[9] O bien, “Poseyendo la plenitud de las formas, el Padre expandió los atributos en la esfera...”, Id.

[10] La comparación del mundo con un antro es ampliamente desarrollado por Porfirio en El Antro de las Ninfas, Id.

[11] O bien, directamente, “Él rodeó de inmortalidad el cuerpo del universo...”, Id.

[12] O bien, “a través de la restitución de cada uno de ellos”, Id.

[13] O bien, “La restitución mantiene a los cuerpos terrestres, su disolución los restituye a los cuerpos indisolubles, es decir inmortales, y así hay privación de sensación y no destrucción de los cuerpos”, Id.

[14] O bien, “se encuentra en relación a través de la sensación con el segundo Dios, por el pensamiento con el primero”, Id.

[15] O bien, “percibe a uno como corporal, al otro como el Ser incorporal, la Inteligencia y el Bien”, Id.

[16] O bien, “El principio, la perfección y la permanencia de todas las cosas es Dios.”, Id.

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