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lunes, 31 de marzo de 2008

TRATADOS HERMETICOS *** PIEDRA FILOSOFAL


TRATADOS HERMÉTICOS
ANÓNIMO
TRATADO SOBRE LA MATERIA DE LA PIEDRA DE
LOS FILÓSOFOS EN GENERAL
*
De la materia de la piedra en general
La materia primera y lejana de la piedra es triple, a saber, mercurio, plata y oro, pues
toda perfección consiste en estos tres, dado que todo lo que es trino es perfecto. No
hay sino una perfección soberana e independiente que es Dios, pero en su unidad
encierra la trinidad de personas.
Los espíritus desprendidos por todas las materias son de tres tipos, y en el hombre
algunos son buenos, otros malos y otros intermedios, y cabe decir que todas las cosas
más perfectas aman la trinidad.
Sus miembros principales son tres, a saber, el corazón, el cerebro y el hígado, a partir
de los cuales se expanden por todo el cuerpo las arterias, los nervios y las venas, por
los que fluyen los espíritus naturales vitales y animales, que sustentan las facultades
naturales vitales y animales.
Y para no alejarnos de nuestro propósito, decir que en el género humano encontraréis
tres sexos: el masculino, el femenino y el hermafrodita. Y en nuestra obra, el oro es el
macho, la plata, la hembra y el andrógino es el mercurio, debiendo concurrir los tres a
una misma obra.
Y si otros aseguran lo contrario, como aquellos que dicen que la materia de la piedra
es el tártaro, el vitriolo, el antimonio, el vinagre, la orina, el menstruo, la simiente, las
secundinas, la sangre, la celidonia, la lunaria, la salamandra y otras cosas parecidas, o
bien es que ignoran el arte o es que se refieren a otra cosa que quizá se parezca en el
color, o en la consistencia o en otras cualidades parecidas.
Así pues, todos aquellos que buscan la materia fuera del género metálico y en cuerpos
distintos a los metales trabajan inútilmente y en vano. Placería a Dios que éstos
hubieran impreso fuertemente en sus espíritus este axioma de los filósofos: lo
semejante engendra lo semejante.
¿Acaso alguien ha visto a un buey engendrar un león? ¿Engendra el hombre un árbol,
una planta o un metal? Siempre ha sido una norma que el hombre engendre a un
hombre, el caballo, un caballo o, lo que es lo mismo, el hombre es engendrado de la
semilla del hombre, el caballo de la semilla del caballo, y de la semilla de la ruda es
producida la ruda y no la salvia. Lo mismo sucede con el oro, que no podréis producir
jamás sino con oro, ni la plata sin plata; y si alguno se aleja de este camino debe
saber que perderá su tiempo y su aceite y que empleará en ello todas sus riquezas e
invertirá en ello toda su vida. Y dado que son muchos los que emplean muchos años
en este trabajo con grandes dispendios, quiero advertirles que se hallan fuera de la
verdadera vía, pues no es menester tanto tiempo ni son necesarios tantos gastos, pues
lo más costoso en esta obra es el fuego.
Del mercurio de los filósofos
Puesto que lo principal en nuestra obra consiste en saber qué cosa es nuestro
hermafrodita, a saber, el mercurio, tener especial cuidado en conocer lo que es el
leproso mercurio vulgar, que no es, en absoluto, apropiado para nuestro objeto.
¿Pero dónde queréis pues, -me diréis-, que lo busque y de dónde lo debo tomar? Yo os
respondo que se encuentra apresado y atado por muchas cadenas, y sólo el filósofo lo
puede rescatar y dejar en libertad. Él lo ve siempre, pues su casa no tiene puertas ni
ventanas; pero el vulgo no lo ve ni lo reconoce, aunque se encuentra en todo lugar y
está presente en todo momento, lo posee tanto el pobre como el rico, la noche como el
día. Todo el mundo lo manipula, lo toca y lo pisa con el pie, y sin embargo lo
desconoce, porque, como ha sido dicho, su prisión no tiene puertas ni ventanas.
Mas cierto individuo, tras oír decir que el vulgo lo tocaba, lo pisaba con los pies, lo
despreciaba y ensuciaba, se dirigió hacia una montaña de la que había oído decir que
estaba habitada por cuatro hombres y dos mujeres que se ocupaban en cavar los
minerales, y que cada uno de ellos llevaba en su vientre lo que buscaba. Persuadido de
esto, se llegó hasta la montaña y se encontró con el primer personaje, que estaba
ocupado en trabajar y cavar la tierra; le miró atentamente y vio a un hombre fuerte y
robusto, vestido de soldado, de color rojo, que había vuelto de la guerra y que no
sabía de otro oficio para ganarse la vida. Pero éste, al ver al caminante, le habló con
rudeza y le preguntó qué era lo que buscaba y qué lo había tornado tan osado como
para venir a aquellos lugares donde nadie había estado antes.
El viajero, fuertemente sorprendido al saberse mirado con desdén y ser tratado con
unas palabras tan rudas, respondió con gran dulzura: ¡Oh, fortísimo hombre, he oído
decir que sois cuatro los hombres, y dos las mujeres, que trabajáis en esta montaña, y
que por un gran esfuerzo todos vosotros poseéis la materia de la piedra de los
filósofos. Y, puesto que yo ardo de amor por esta bendita piedra, no he tenido ningún
temor en venir a este lugar atravesando las aguas, las montañas y los peñascos;
¿acaso no me daréis vos la esperanza de obtener de alguno de vosotros lo que yo
busco?
Has oído bien, le respondió aquel fuerte hombre, somos cuatro hombres y dos mujeres
y, en efecto, lo poseemos en tanto nosotros somos lo que tú buscas, y es también
cierto que podríamos dártelo, pero dudo si sucederá tal cosa, sin embargo puedes
obtenerlo más fácilmente de uno que de otro. En lo que respecta a mí no lo obtendrás
si no combates valientemente conmigo como un soldado experto, y si no me matas,
pues lo que tú buscas lo guardo en el fondo de mi corazón, y es mi alimento y lo que
me da la vida; y lo mismo sucede con todos los que estamos en esta montaña.
El viajero le respondió: ¡Oh, fortísimo hombre, vos sois duro y robusto; yo no quiero
combatir contra vos pues sería como enfrentar a un pequeño troyano con Aquiles, aún
y cuando fuese capaz de hacer todo lo que hizo David contra Goliat.
Te aconsejo - le dijo el robusto hombre - que no toques tampoco a mi concubina y
vecina, pues aún es más fuerte en el combate, y si yo soy un león, en verdad ella es
una leona. Te aconsejo también que no ataques a nuestro soberano capitán ni a su
esposa, pues son el rey y la reina, y poseen una gran pompa y esplendor, cuida pues
de no atacarlos, aunque puedas vencerlos. Pero si sigues adelante encontrarás a otros,
y si puedes vencerlos llevarás a buen término tus deseos.
El viajero continuó, pues, su camino hasta encontrarse con un hombre muy bello, bien
vestido y espléndido, al que habló como al anterior. Este hombre le respondió que
nunca le daría una cosa de la que obtenía su alimento y que le daba la vida, y que
además si accedía a lo que pedía, no sólo estaba en juego su vida sino también la del
rey y la de la reina.
El caminante miró hacia todos los lados para ver si alguien le veía, pues fue presa del
deseo de matarle y de extraer de su vientre lo que guardaba con tanto celo. Y tras
haberle dicho que de su muerte dependía también la muerte del rey y de la reina,
todavía se sentía más dichoso, pues alimentaba la esperanza de matarlos también y
extraer de ellos el tesoro que anhelaba.
Al ver pues que no aparecía nadie, atacó al hombre espléndido tomándolo por el
cuello, por lo que aquél comenzó a pedirle clemencia prometiéndole que si se la
concedía le revelaría cualquier secreto que le pidiese.
Cuando el viajero le soltó, el hombre le dijo: Si continúas adelante te encontrarás con
un anciano que posee con más abundancia que yo el tesoro que buscas, y le vencerás
fácilmente porque ya es viejo. Es además muy próximo a nuestro rey y a nuestra
reina, pues es su portero y el portador de las llaves, por ello, cuando le venzas podrás
acercarte fácilmente al rey y a la reina para poder matarlos también.
El viajero prosiguió pues su camino hasta que al fin se encontró con un anciano,
hombre de pobre semblante y mal vestido, el más miserable y el más despreciado por
todos, por lo que se mostraba triste y melancólico, y a él le dirigió el mismo discurso
que a los anteriores. Pero el anciano le respondió: ¡Oh buen hombre, buscáis aquí una
cosa que ni los príncipes ni los reyes pueden obtener; es cierto que la podéis encontrar
fácilmente en mí, y que vos podéis vencerme con facilidad en el combate, pues soy
viejo y débil y no llevo lo que buscáis en el fondo de mi corazón, como el primero que
os ha hablado, ni como su concubina. Yo lo guardo en mi vientre, porque mi cuerpo y
el de todos los demás extraen de él su alimento.
Sin embargo perderé la vida si me quitáis lo que buscáis. Pero perdonadme la vida, os
lo ruego, pues soy viejo, pobre y miserable, y podéis encontrar un tesoro mejor en mi
vecino, que es brillante, soberbio y aliado de nuestra reina. Si lo hubieseis vencido
habríais obtenido un tesoro más precioso que el que obtendréis de mí, pues yo soy
pobre, y no encontraréis jamás cosas bellas y relucientes en casa de los pobres y de
los despreciables.
El viajero tuvo piedad del pobre anciano al que podría haber matado fácilmente,
creyendo que era mejor arrebatar un tesoro más preciado al vecino del anciano,
aunque fuera por la fuerza de las armas si no se lo quería dar voluntariamente.
Sin embargo, cuando el viajero se iba, el anciano comenzó a sonreír, pues poseyendo
un tesoro tan precioso había engañado al caminante, el cual, al darse cuenta de ello,
se volvió sobre sus pasos y montando en cólera le dijo: ¡Ah, vil anciano!, ¿así que te
estás burlando de mí? Ahora comprendo que aparentas ser pobre y que sin embargo
posees el mayor tesoro, tal y como tu vecino me había dicho. Paga pues tu burla
recibiendo la muerte de mi mano. Así fue muerto el anciano.
Es fácil saber por todo lo que acabamos de decir de donde se debe tomar el mercurio.
Sería ahora necesario declarar la manera de hacerlo nacer y salir del vientre corporal
en el que está encerrado. Esto lo dan a conocer suficientemente todos los filósofos y es
lo que relatan todos los libros químicos acerca de la importunidad (sic). De aquí el
dicho común de los filósofos: Haz el mercurio por el mercurio; y es cosa esta en la
que, por ser conocida por muchos, no nos vamos a detener más.
De la preparación y purificación del mercurio.
Tomad, pues, vuestro mercurio, y purificadlo bien pasándolo a través de un lienzo
plegado tres veces, cosa que haréis varias veces hasta que aparezca puro como el
agua límpida y cristalina.
Nosotros rechazamos todas las demás formas de purificar el mercurio, como aquellas
que lo purifican mediante el vinagre, la sal, la orina, la cal viva, el vitriolo y otros
corrosivos que destruyen la humedad del mercurio en lugar de exaltarla, y que más
que ser útiles, estorban.
Del sol, de la luna y de su preparación
La segunda materia de la piedra, que es llamada hembra, es la luna, que conviene
tomar tal y como sale de la mina, purísima, que no haya sido empleada para ningún
uso y que no haya probado la violencia del fuego, que no haya sido mezclada con
ningún cuerpo extraño y que sea fácilmente maleable. En una palabra, que sea la más
excelente en su género. Ésta deberá ser reducida a finísimas láminas, aunque otros la
reduzcan en cal. Lo que digo de la luna, lo digo también del sol, que conviene tomar
del color más encendido que hacer se pueda, pues según sea la semilla que sembréis,
tal será cosecha que recojáis.
Comienzo de la obra
Lo primero que conviene señalar aquí es que para hacer la piedra al blanco o bien al
rojo, se debe tomar una materia distinta. Sin embargo la manera de operar en la una y
en la otra es similar. Así pues, lo que se diga de la operación al blanco, debe también
entenderse para la operación al rojo.
En primer lugar es necesario hablar de la putrefacción de la materia, que deberá ser
seguida por la resurrección y exaltación, la cual no tendrá lugar si la putrefacción no la
ha precedido, pues la corrupción del uno es la generación del otro. La semilla de
cualquier hierba lanzada sobre la tierra, se pudre y pierde su forma, después de lo
cual, la virtud que estaba escondida en ella, favorecida por el calor celeste, se
manifiesta, y la tierra que contiene la semilla putrefacta, al ser humectada por las
lluvias y el rocío del cielo, le concede un cuerpo más noble y más perfecto, haciéndole
dar frutos en abundancia.
La naturaleza opera de la misma manera en todos los animales; primero se alimentan,
después crecen y, finalmente, engendran. Y si esto es cierto en los hombres, en los
animales y en las plantas, de lo que no cabe ninguna duda, sería necesario estar ciego
para no ver que la misma cosa sucede en los minerales. Vosotros me diréis que la cosa
es muy distinta en los animales, ya que para la producción de una animal son
necesarias las semillas de dos, a saber, del macho y de la hembra. Yo respondo que lo
que hace la unión de las dos semillas, la del macho y la de la hembra, en la producción
de un animal, una sola semilla lo hace en los minerales. ¿Y por qué no podría hacerlo?
dado que en los vegetales, la semilla que los produce no procede de dos plantas sino
de una sola. Pues no conviene pensar que el sexo del macho o de la hembra atribuido
a las plantas, a causa de su amor mutuo, contribuye en nada en la producción de sus
semejantes. Pero para no dilatar más la cosa, he aquí.
Primera parte de la obra
Tomad doce partes del más puro menstruo de una hembra prostituida y una parte del
cuerpo inferior perfectamente lavado, mezcladlo todo junto hasta que toda la materia
sea amalgamada en un vaso ovalado y de cuello largo Pero es necesario añadir
primero al cuerpo dos o cuatro partes del menstruo, y dejarlo reposar
aproximadamente durante quince días, tiempo en el que se realiza la disolución del
cuerpo.
Tomad después esta materia y estrujadla para extraer de ella el menstruo, que
guardaréis sobre el cuerpo que quedará tras la compresión, añadiréis una o dos partes
de nuevo menstruo, y lo dejaréis reposar aún ocho días, después de los cuales
procederéis como al principio, reiterando en lo mismo hasta que todo el cuerpo sea
llevado a agua.
Todas estas operaciones se harán a fuego lento de cenizas y con el vaso bien cerrado
(bouché avec de la carte).
Segunda parte de la obra
Tomad toda el agua de vida y colocadla en un vaso cerrado como el de antes, y con el
mismo grado de fuego de cenizas, que es el primer grado de fuego, cada ocho días se
formará una piel negra que flotará en la superficie y que es la cabeza del cuervo, la
cual mezclaréis con el polvo negro depositado en el fondo del vaso, después de haber
tirado por inclinación el agua de vida.
Volveréis a colocar esa agua en el vaso y volveréis a proceder del mismo modo, hasta
que ya no se forme más negrura.
Tercera parte de la obra
Tomad toda la cabeza de muerto que habéis amasado y colocadla en el huevo filosófico
a fuego de cenizas de encina, y sellad herméticamente su orificio, pero usad una sola
pasta en las junturas de las dos partes del huevo a fin de que pueda ser abierto con
facilidad.
Durante los primeros ocho días, más o menos, no daréis más de beber a vuestra tierra
negra y muerta, porque está aún embriagada de humedad. Después, cuando haya sido
desecada y alterada, la abrevaréis con agua de vida en igual peso. Abriendo el vaso a
este efecto, mezcladlo bien y, a continuación, lo volvéis a cerrar y lo dejáis reposar, no
hasta que sea totalmente desecado, sino sólo hasta la coagulación; continuad después
imbibiendo hasta que la materia haya absorbido toda el agua.
Cuarta parte de la obra
Tomad después esta materia y colocadla en un huevo a fuego de segundo grado,
dejándola así durante algunos meses hasta que finalmente, después de haber pasado
por diversos colores, se vuelva blanca.
Quinta parte de la obra
Una vez la tierra sea blanca, tendrá una potencia apropiada para recibir la semilla, a
causa de la fecundidad que ha adquirido por las operaciones precedentes. Tomad pues
esta tierra, después de haberla pesado, y divididla en tres partes. Tomad una parte de
fermento, cuyo peso sea igual a una de las partes de vuestra materia dividida y cuatro
partes del menstruo de la hembra prostituida, y haced una amalgama con el fermento
laminado, como antes, y con el menstruo, y haced la disolución a calor lento durante
catorce días, hasta que el cuerpo sea reducido a una cal sutil, pues aquí no se busca el
agua de vida.
Tomad después el menstruo con la cal del cuerpo y las tres partes de vuestra tierra
blanca, y haced con todo esto una amalgama en un mortero de mármol, amalgama
que pondréis en un vaso de cristal a fuego de segundo grado durante un mes.
Finalmente, dadle al fuego su tercer grado hasta que la materia se vuelva muy blanca,
y su aspecto será como el de una masa grosera y dura como la piedra pómez, pero
pesada.
Hasta aquí llega la operación de la piedra al blanco. Para hacer la piedra al rojo se
debe operar de la misma manera, pero al final es necesario someterlo a fuego de
tercer grado durante más tiempo y de forma más vehemente que para la piedra al
blanco.
Sexta parte de la preparación de la piedra para hacer la proyección
Son muchos los que han hecho la piedra desconociendo, sin embargo, la manera de
hacer la preparación para hacer la proyección. Y, sin embargo, la piedra hecha y
acabada no hace ninguna transmutación si no se hace que tenga ingreso en los
cuerpos. Por ello, romped vuestra piedra a trozos, moledla y colocadla en un vaso bien
enlutado hasta el cuello para que pueda soportar un gran fuego, como el de cuarto
grado, y sometedlo a fuego de carbón tan fuerte que la arena alcance una temperatura
tal que al lanzar sobre ella unas gotas de agua se oiga un ruido, y tan fuerte que no
sea posible tocar con la mano el cuello del vaso que está sobre la arena a causa de su
gran calor.
Mantened vuestro vaso en este grado de fuego hasta que vuestra materia se convierta
en un polvo muy sutil y muy ligero, cosa que, de ordinario, ocurre en el espacio de un
mes y medio.
Séptima y última parte del aumento y multiplicación de la piedra
Una vez hayáis hecho la piedra, la podéis multiplicar hasta el infinito sin necesidad de
volver a hacerla de nuevo.
Una vez tengáis la piedra hecha y acabada por la quinta parte de la operación,
tomaréis la mitad de ella para usarla en la preparación necesaria para la proyección, y
la otra mitad la guardaréis para multiplicarla.
Pesad pues esta parte, y si pesa tres partes, tomad una parte, pero no del menstruo,
sino del agua de vida. Tendréis de este modo cuatro partes que pondréis en un huevo
a fuego de segundo grado durante un mes, después del cual pasaréis al tercer grado
del fuego hasta el final, como ya hemos enseñado antes en la quinta parte de la
operación.

TRATADOS HERMETICOS *** LOS SIETES CAPITULOS


TRATADOS HERMÉTICOS
LOS SIETE CAPÍTULOS
*


CAPITULO I
*
Esto es lo que dice Hermes: Durante el tiempo que he vivido no he cesado de realizar
experiencias y siempre he trabajado, sin cansarme.
No poseo éste arte y ésta ciencia sino por la única inspiración de Dios; El es quien la
ha querido revelar a su servidor, El es quien ha dado el medio para conocer la verdad
a quienes saben usar de su razón y El jamás ha sido la causa de que alguien haya
seguido el error o la mentira.
Por mi parte, y si no temiera el día del Juicio y la posibilidad de ser castigado por haber
ocultado ésta ciencia, no hubiera dicho nada y nada habría escrito para enseñarla a
quienes habrán de venir después de mí, pero he querido dar a los fieles aquello que les
debo, y enseñarles lo que el Autor de la fidelidad me ha querido revelar.
Escuchad pues, hijos de los sabios filósofos, nuestros predecesores, pero no de un
modo corporal o desconsiderado, la ciencia de los cuatro elementos que son pasibles y
que pueden ser alterados y cambiados por sus formas y que están escondidos junto a
su acción; porque su acción está escondida en nuestro elixir, y éste no podría actuar si
no estuviera compuesto de la muy exacta unión de éstos elementos, y no será perfecto
hasta que no haya pasado por todos sus colores, de los que cada uno denota el
dominio de un elemento particular.
Sabed, hijos de los Sabios, que hay una división en el agua de los antiguos filósofos,
que la divide en otras cuatro cosas. Una es de dos, y tres son de una, y al color de
éstas cosas, es decir, al humor que coagula, pertenece la tercera parte, y las otras dos
terceras partes son para el agua: Estos son los pesos de los Filósofos.
Tomad una onza y media del humor, y la cuarta parte de la rojez meridional, o del
Alma del Sol, que será de una media onza, y tomad la mitad de Oropimente, que son
ocho, es decir, tres onzas.
Y sabed que la viña de los Sabios se extrae en tres y que su vino es perfecto al
terminar las treinta.
Concebid como se hace la operación: La cocción lo disminuye en cantidad y la tintura
lo aumenta en calidad; porque la Luna comienza a decrecer después del decimoquinto
día y crece al tercero. Esto será, por tanto, el principio y el fin.
He aquí que os acabo de declarar lo que estaba escondido, pues la obra está con
vosotros y en vosotros, de modo que si la encontráis en vosotros mismos, donde está
continuamente, también la tendréis siempre y en cualquier parte en que os encontréis,
sea en la tierra o en el mar.
Por lo tanto, guardad la plata viva que se produce en los lugares o gabinetes
interiores, es decir, en los principios de los metales compuestos de ella, donde está
coagulada, pues ésta es la plata viva que se llama tierra que Permanece.
Aquel que no entienda mis palabras, que demande inteligencia a Dios, que de ningún
malvado justifica las obras, más no rehusa a ningún hombre de bien la recompensa
que le es debida.
Pues yo he descubierto todo lo oculto de ésta ciencia, he revelado un gran secreto y he
explicado toda la ciencia a quienes sepan entenderla.
Así pues, vosotros, investigadores de la ciencia, y vosotros, hijos de la Sabiduría,
sabed que, cuando el buitre está en la montaña, grita en voz alta:
¡ yo soy el blanco del negro,
y el rojo del blanco,
y el anaranjado del rojo!
Ciertamente, digo la verdad.
Sabed también que el cuervo que vuela sin alas en la negrura de la noche y en la
claridad del día, es la cabeza o comienzo del arte. El color lo toma de la amargura que
está en su garganta, y la tintura sale de su cuerpo, y de su espalda se extrae un agua
verdadera y pura. Por tanto, comprended lo que digo y de éste modo recibid el don de
Dios que yo os comunico, pero ocultadlo a todos los imprudentes.
Es una piedra honorable que está encerrada en las cavernas o profundidades de los
metales; su color la hace brillante; es un alma, o un espíritu sublime, y un mar
abierto.
Yo os la he declarado: dad gracias a Dios porque os ha enseñado ésta ciencia, pues El
ama a quienes aprecian sus dones.
Por tanto poned esta piedra, es decir, su materia, en un fuego húmedo, y cocedla. Este
fuego aumentará el calor de la humedad y matará la sequedad de la incombustión,
hasta que aparezca la raíz, es decir, hasta que el cuerpo sea resuelto en su mercurio.
Después de esto, haced surgir la rojez de la materia, y su parte ligera, y continuad
haciéndolo hasta que no quede más que una tercera parte.
Hijos de los Sabios, si se ha llamado envidiosos a los Filósofos no es porque hayan
querido, jamás, ocultar nada a las gentes de bien ni a quienes viven piadosamente, ni
a los legítimos y verdaderos hijos de la ciencia, ni a los sabios, si se les ha llamado así
es porque la esconden a los ignorantes, es decir, a quienes no saben lo suficiente como
para conocerla, a los viciosos y a quienes viven sin ley ni caridad, por temor de que,
por éste medio, los malvados se pudieran volver poderosos y cometieran toda clase de
crímenes, de los que, ante Dios, serían responsables los Filósofos pues todos los
malvados son indignos de poseer la Sabiduría.
Sabed que a ésta piedra yo la llamo por su nombre: si los filósofos la llaman Mujer de
la Magnesia, o Gallina, o Saliva Blanca, o Leche de las Cosas Volátiles, y Ceniza
Incombustible, es con el fin de esconderla a los impru- dentes, que no tienen ni
sentido, ni ley, ni humanidad. Pero yo la he denominado con un nombre muy conocido
al llamarla Piedra de los Sabios. Conservad el mar, el fuego y el volátil del cielo en esta
piedra, hasta su aparición.
Y os conjuro a todos, ¡oh, hijos de los Filósofos! en nombre de nuestro Bienhechor, a
fin de que se os haga una gracia tan singular como es la de no declarar jamás el
nombre de ésta piedra a ningún loco, a ningún ignorante, ni a nadie que sea indigno
de tal cosa. Por lo que a mi concierne, puedo decir que nadie me ha dado nada sin que
yo se lo haya devuelto enteramente. Jamás le he faltado al respeto que le debo y
siempre he hablado honrosamente de él.
Hijo mío, ésta piedra está envuelta de muchos colores que la esconden, pero sólo hay
uno que indique su nacimiento y entera perfección; sabed cual es ese color y jamás
digáis nada de él.
Con la ayuda de Dios Todopoderoso, esta piedra os librará de todas las enfermedades,
por graves que sean, os preservará de toda tristeza y aflicción y de todo cuanto os
pueda dañar en cuerpo o en espíritu. Además, os conducirá de las tinieblas a la luz, del
desierto al hogar y de la necesidad a la abundancia.
*
CAPITULO II
*
Hijo mío, ante todo te advierto que has de temer a Dios, pues El es quien hará que tu
operación resulte y quien unirá cada uno de los elementos separados.
Hijo mío, ya que no te considero privado de razón, ni insensato, has de razonar todo lo
que se te dirá acerca de nuestra ciencia, recibir mis exhortaciones y meditar sobre las
lecciones que yo te impartiré, hasta que las entiendas, como si tú mismo fueras su
autor.
Del mismo modo que aquello que naturalmente es cálido no puede volverse frío sin ser
alterado, así también, quien usa bien de su razón ha de cerrar la puerta a la
ignorancia, por temor de que, al creerse seguro, se equivoque.
Hijo mío, toma el volátil, sumérgelo hasta que se eleve y sepáralo de su herrumbre,
que lo mata. Quítala y apártala de él con objeto de que se transforme en viviente,
según es tu deseo. Después de esto ya no deberá elevarse en el vaso, sino que deberá
retener y fijar visiblemente todo cuanto haya de volátil. Pues, si lo apartas de una
segunda aflicción, después de retirarlo de la primera y si durante los días, de los que
ya sabes el número, lo gobiernas con destreza será para ti una compañía como la que
necesitas, y separándolo, serás su dueño y él te servirá de adorno.
Hijo mío, del rayo de luz separarás la sombra y todo cuanto tenga de impuro, pues
sobre él hay nubes que lo esconden e impiden que brille, a causa de que está quemado
por la presión y la rojez.
Toma esta rojez que ha sido corrompida por el agua, de igual manera que la ceniza
viva contiene el fuego, y si la retiras de modo que la rojez quede limpia y purificada,
harás una unión en la que él se calentará y reposará.
Hijo mío, vuelve a poner en el agua, durante los treinta días que ya sabes, el carbón,
cuya vida ha sido extinguida.
¡Oh, obra nuestra, que reposas sobre el futuro de éste Oropimente que no tiene
ninguna humedad! He aquí que he colmado de alegría los corazones de aquellos que
esperan en ti, ¡oh, elixir nuestro! y he alegrado los ojos de los que te estiman, con la
esperanza del bien que contienes en ti.
Hijo mío, ten por seguro que el agua está encerrada, primeramente en el aire, y
después en la tierra, por eso la has de hacer subir hacia lo alto a través de sus
conductos y transformarla con discreción; seguidamente la has de unir a su primer
espíritu rojo, que previamente ha sido recogido.
Hijo mío, te digo que el unguento de nuestra tierra es un azufre, Oropimente, Goma,
Colcotar, que es azufre, Oropimente e, incluso, diversos azufres y cosas parecidas, a
cual más vil, y entre ellas hay diversidad. De ellas proviene el ungüento de la Cola, que
son pelos, uñas y azufre. De ahí también viene el Aceite de las Piedras, y el Cerebro,
que es el Oropimente. De ahí, a su vez, proviene la Uña de los Gatos, que es Goma, y
el unguento de los Blancos, y el unguento de las dos Platas vivas Orientales, que
persiguen los azufres y contienen los cuerpos.
Además digo que el azufre tiñe y fija, y que está contenido y encerrado, y que se
produce por la unión de las tinturas. Y los ungüentos tiñen y fijan lo que está contenido
en los cuerpos, y por éste único medio se realiza la unión de las cosas volátiles con los
azufres aluminosos, que retienen y fijan todo cuanto hay de volátil.
Hijo mío, la disposición que buscan los Filósofos es particular de nuestro Huevo, y no
se encuentra en el huevo de gallina; sin embargo hay algún parecido entre nuestra
divina obra, que es la obra de la Sabiduría, y el huevo de la gallina, debido a que en
una y en otro los elementos están unidos y puestos en orden.
Sabe pues, hijo mío, que de éste parecido y de ésta proximidad de naturaleza se
puede sacar una gran enseñanza para el conocimiento de nuestra obra; pues en el
huevo de gallina hay una sustancia que representa la materia acuosa de la obra,
llamada espiritual o espíritu, y hay otra parecida al Oro, que es la tierra de los
Filósofos; y en estas dos sustancias se nota de modo visible la unión y el ensamblaje
de los cuatro elementos.
El hijo ha preguntado a Hermes: los azufres que convienen a nuestra obra, ¿son
celestes o terrestres? y Hermes ha respondido: los hay celestes y los hay terrestres.
El hijo le ha dicho: padre mío, creo que el Cielo es el corazón de las cosas superiores, y
que la tierra lo es de las inferiores. A ello, Hermes ha respondido: no dices bien; pues
el macho es el cielo de la hembra y la hembra es la tierra del macho.
A continuación, el hijo le preguntó: ¿cual de los dos es más digno de ser el cielo o de
ser la tierra? Hermes respondió: tienen necesidad el uno del otro, porque en todos los
preceptos no se pide sino mediocridad, como quien dice: el Sabio gobierna a todos los
hombres; pues el mediocre es el mejor, dado que cualquier naturaleza se asocia y
mejor se une a lo que le es semejante, y nuestra ciencia, que se llama Sabiduría, nos
hace ver que sólo se unen las cosas mediocres y templadas.
Dijo entonces el hijo: padre mío, ¿cual de ellos es mediocre? Y Hermes respondió: en
cada naturaleza hay tres de dos. El agua es necesaria en primer lugar, después el
ungüento o azufre, y las heces o impurezas que permanecen abajo.
El Dragón se encuentra en cada una de estas cosas: las tinieblas son su morada, y la
negrura está en ellas, y por esta negrura asciende al aire, y éste aire es el cielo, donde
él comienza a aparecer como por su oriente; pero dado que éstas cosas se elevan
como un humo y se evaporan no son, por lo tanto, ni permanentes, ni fijas.
Haz salir el humo del agua, quita la negrura del ungüento y expulsa la muerte de las
heces y de la impureza; y una vez realizada la disolución por la victoria que las dos
materias obtienen una sobre la otra, y uniéndolas de modo que se mantengan juntas,
entonces se tornarán vivientes.
Hijo mío, has de saber que el ungüento mediocre, es decir, el fuego, ocupa el medio
entre las heces y el agua, porque se las llama ungüento y azufre, y hay una gran
afinidad entre el fuego, el aceite y el azufre, pues del mismo modo que el fuego lanza
una llama, así mismo hace el azufre.
Sabe, hijo mío, que toda la Sabiduría del mundo está por debajo de la Sabiduría que
yo poseo, y todo lo que su arte puede hacer consiste en restituir esos elementos
ocultos y encerrados, lo cual es una cosa maravillosa.
Por tanto, aquel que desee ser iniciado en esta Sabiduría oculta que poseemos, ha de
rehuir el vicio de la arrogancia, ser piadoso, ser hombre de bien, tener un profundo
razonamiento y guardar los secretos que le hayan sido descubiertos.
Además, te advierto hijo mío, que nada sabe y nada avanzará, quien no sepa
mortificar, hacer una nueva generación, vivificar los espíritus, purificar, introducir la
luz hasta que los elementos se combatan, se coloreen y sean limpiados de sus
manchas, como son la negrura y las tinieblas. Pero si sabe lo que acabo de decir, será
elevado a una gran dignidad, hasta el punto que los Reyes sentirán veneración por él.
Hijo mío, estamos obligados a guardar éstos secretos y a esconderlos de todos los
malvados y de aquellos que no tienen ni la suficiente sabiduría, ni la discreción
suficiente como para guardarlos y hacer buen uso de ellos.
Además has de saber que nuestra piedra está hecha de muchas cosas y de muchos
colores, que está hecha y compuesta de cuatro elementos unidos, que hemos de
separar éstos elementos, desunirlos y ponerlos aparte, como si fueran distintas piezas.
También hemos de mortificar en parte la naturaleza o principios que están en esta
piedra; conservar el agua y el fuego que están en ella y que están compuestos de los
cuatro elementos y retener o fijar sus aguas por su agua, que no es, sin embargo,
agua en cuanto a su forma exterior o aparente, sino un fuego que asciende sobre las
aguas conteniéndolas en un vaso que ha de estar entero y sin fisura, para que los
espíritus no se escapen y no salgan de los cuerpos. Si son retenidos así, se tornan fijos
y tingentes.
¡Oh, bendita forma o apariencia del agua Póntica que disuelve los elementos! Y a fin de
que, con ésta alma acuosa poseamos la forma sulfurosa, es decir, a fin de que la
composición, que es parecida al agua, se convierta en tierra o azufre, es preciso que la
mezclemos con nuestro Vinagre. Pues, cuando por potencia y virtud del agua, se
disuelva el compuesto, tendremos entonces la llave o el medio asegurado de
restablecerlo y rehacerlo. Entonces la muerte y la negrura los abandonan y la
Sabiduría, es decir, la obra de la Sabiduría, empieza a aparecer. Quiero decir que el
Artista conocerá con ello que ha conducido bien y sabiamente su operación, y que está
en la verdadera vía que han seguido los Filósofos.
*
CAPITULO III
*
Has de saber, hijo mío, que los Filósofos hacen lazos, o fuertes ligaduras, para
combatir contra el fuego, porque los espíritus desean estar y se complacen en habitar
los cuerpos que han sido lavados.
Y cuando los espíritus se unen a ellos, éstos espíritus los vivifican y en ellos
permanecen, y los cuerpos retienen estos espíritus sin dejarlos jamás.
Entonces, los elementos que están muertos se transforman en vivientes y tiñen los
cuerpos compuestos con tales elementos. Se alteran y cambian y hacen obras
admirables y permanentes, como dice el Filósofo.
¡Oh, forma acuosa del agua permanente que creas los elementos con los que está
compuesto nuestro Rey y que, con un régimen templado, después de adquirir la tintura
y uniéndote a tus hermanos, reposas, porque has llegado a tu fin !
Nuestra piedra muy preciosa, arrojada al estercolero, nos es muy querida aunque
considerada en su conjunto sea vil e incluso muy vil; entonces deberemos mortificar y
vivificar dos mercurios a la vez, que son el mercurio del Oropimente y el mercurio
oriental de la Magnesia. ¡Oh, que gran obrera es la Naturaleza, que crea los principios
naturales y retiene lo que éstos principios tienen de mediocre después de separar de
ellos las crudezas y groseras impurezas. Esta Naturaleza ha venido con la luz y ha sido
producida con la luz, que ha dado nacimiento a una Nube tenebrosa, y ésta Nube es la
madre de toda la obra.
Después de haber unido al Rey coronado con nuestra Hija roja, ésta, a través de un
régimen de fuego templado que no pueda dañar nada, concebirá un Hijo, que se unirá
a ella y permanecerá encima de ella.
Ella nutre al Hijo y gracias a éste pequeño fuego lo torna fijo y permanente, y así, el
Hijo vive de nuestro fuego. Y cuando se deje el fuego sobre la hoja de azufre será
necesario que el término de los corazones penetre en él, que así sea lavado y que así
la suciedad se aleje de él. Entonces se transforma, y cuando sea retirado del fuego, su
tintura permanecerá roja como la carne viva.
Nuestro Hijo, que ha nacido Rey, recibirá su tintura del fuego, tras lo cual la muerte, el
mar y las tinieblas lo abandonarán, porque se transformará en viviente, se desecará,
se convertirá en polvo y tendrá un brillo vivo y resplandeciente.
El Dragón, que guarda las cavidades, huye de los rayos del Sol.
Nuestro Hijo, que estaba muerto, recobrará la vida. Saldrá del fuego siendo Rey y, en
su boda y unión, se regocijará. Lo que estaba oculto y escondido aparecerá, manifiesto
y evidente y la Leche de la Virgen será blanqueada.
El Hijo, después de recibir la tintura, combatirá contra el fuego y poseerá una tintura
que será la más excelente de todas las tinturas, porque tendrá el poder de hacer el
bien, comunicando esta tintura a sus hermanos, y poseerá en sí mismo la Filosofía,
porque él mismo es su fruto y su obra.
¡Venid, hijos de los Sabios, alegrémonos juntos, manifestemos nuestro gozo con
clamores de alegría, porque la muerte está consumada. Nuestro Hijo ya reina, lleva la
vestimenta roja y va revestido con su púrpura !
*
CAPITULO IV
*
Escuchad, hijos de los Sabios, cómo grita ésta piedra: ¡Defendedme y yo os defenderé.
Dadme lo que me pertenece y yo os ayudaré.
Mi Sol y mis rayos están en mi interior, y la Luna, que me es propia y particular, es mi
luz, que supera a cualquier otra luz, y mis bienes valen más que cualquier otro bien. A
quienes me conocen yo otorgo la alegría, la satisfacción, la gloria, las riquezas y los
placeres sólidos; además les doy la perfecta inteligencia de aquello que buscan con
tanta solicitud, y les doy, en fin, la posesión de las cosas divinas.
Escuchad, porque voy a descubriros aquella ciencia que los antiguos Filósofos
escondieron: es una cosa cuyo nombre está comprendido en siete letras y que sigue a
dos Alfa y Eta. El Sol también sigue a la Luna y viene después de ella, pero quiere
tener el dominio y ser el dueño de la obra; quiere conservar a Marte y teñir al Hijo del
agua Viva, que es Júpiter, y éste es el secreto que escondieron los Filósofos.
Vosotros que me escucháis: comprendedme y de ahora en adelante llevemos a la
práctica lo que sabemos. Lo que he escrito os lo declaro después de haberlo
investigado cuidadosamente y de haberlo meditado muy sutilmente. Conozco cierta
cosa que es única.
Pues ¿quien comprenderá nuestra ciencia? tan solo aquellos que la estudian
seriamente, quienes la investigan con gran aplicación empleando toda la fuerza de su
espíritu y de su razón para descubrirla.
Ved que de un hombre no puede salir sino un semejante y de un animal nada más que
otro animal, y si sucede que dos animales de distintas especies se acoplan nacerá uno
que no se parecerá ni a uno ni a otro.
Y ahora Venus dice: Yo engendro la luz y las tinieblas no son de mi naturaleza, y si no
fuera porque mi metal es seco, todos los otros cuerpos tendrían necesidad de mí.
Porque yo los fundo, yo expulso su herrumbre y extraigo su sustancia, por tanto, nada
es mejor, ni merece ser más honrado que mi Hermano y yo cuando estamos unidos.
Pero el Rey, que tiene el dominio de la obra, dice a sus hermanos, que por su
transmutación rinden testimonio de ésta verdad:
Yo he sido coronado, yo he sido ornado con la Diadema, llevo el manto real y lleno los
corazones de alegría; cuando me encuentro en los brazos y regazo de mi madre y me
uno a su sustancia, retengo y sujeto ésta sustancia, fijándola, y con lo que es visible
preparo y compongo lo invisible. Entonces, lo que está oculto y escondido se hace
manifiesto y aparece, y todo cuanto ocultaron los filósofos de su obra será producido y
engendrado de un modo evidente por nosotros dos.
Comprended bien éstas palabras, vosotros que me escucháis, conservadlas
cuidadosamente en vuestro corazón, meditadlas atentamente y no busquéis otra cosa.
¿No veis que el hombre, cuyas entrañas son de carne, es engendrado por un principio
de la Naturaleza que es de sangre, con el que ha sido hecha la carne? El hombre no
podía ser hecho de otro modo, ni formado con otra cosa. Meditad lo que acabo de decir
y abandonad todo lo superfluo y extraño.
Por eso el Filósofo ha dicho: Botri está hecho del anaranjado que se extrae del nódulo
rojo, no de otra parte, y si podéis hacerlo anaranjado, será un logro de vuestra
Sabiduría y un testimonio de la certidumbre de vuestra ciencia. No deseéis ni
pretendáis mas que hacer surgir del rojo éste color anaranjado. Ved que no me he
servido de un juego de palabras y, si me entendéis, veréis que poco ha faltado para
que, sin querer, lo hiciera.
Hijos de los Sabios, quemad el cuerpo del Latón a fuego fuerte y os entregará lo que
buscáis. Evitad que lo que huye vuele de lo que no huye, y haced que no lo deje ni se
separe de él.
Haced de modo que repose y permanezca sobre el fuego, por muy áspero que éste
sea. Y lo que será corrompido por el violento calor del fuego, es Cambar.
Sabed que el Latón es una parte de esta agua permanente, que es su tintura y que
aquello que ha producido su negrura se transforma en rojo verdadero.
Juro ante Dios que no he dicho sino la verdad, y que aquellas cosas que destruyen son
las mismas que perfeccionan. Por eso nada puede ser enmendado o mejorado si
previamente no es corrompido, y ésta corrupción hará aparecer la mejora y la
perfección, y una y otra son una señal esencial de la verdad del arte.
*
CAPITULO V
*
Hijo mío: lo que nace del Cuervo es el principio de éste arte. He aquí que he
oscurecido lo que os he dicho y le he quitado su claridad con un juego de palabras
diciendo que lo que está unido está separado y lo que está muy próximo está muy
alejado.
Por tanto, asad éstas materias y a continuación cocedlas por espacio de siete, catorce
y veintiún días en aquello que proviene del vientre de los caballos. Entonces se hace el
Dragón, que se come sus alas y se mortifica a si mismo. Después de esto lo pondréis
en un pedazo de tela y al fuego del horno, y tened cuidado de que no escape del vaso.
Y sabed que los tiempos de la tierra están en el agua y que siempre se hace el agua
hasta que ponéis la tierra sobre ella. Cuando la tierra esté quemada y reducida a agua,
tomad su cerebro y trituradlo con el Vinagre muy Fuerte y la Orina de los Niños, hasta
que oscurezca.
Una vez se ha hecho ésta, vuestro Magisterio vive en la putrefacción, las nubes negras
que estaban en él antes de que muriera se transformarán y convertirán en su cuerpo y
si se rehace según la manera que he descrito, morirá una segunda vez y después
recibirá la vida, tal como he dicho.
Por lo demás, nos servimos de espíritus tanto en la vida como en la muerte; pues del
mismo modo que muere cuando sus espíritus le son retirados se reaviva cuando le son
restituidos y se regocija de ello.
Si podéis llegar hasta aquí os aseguro que tendréis la satisfacción de ver lo que
buscáis. Aquí os digo las señales que alegran a quienes las ven y aquello que fija su
cuerpo.
Y a pesar de que vuestros predecesores hayan llegado con ésta operación a lo que se
proponían hacer, sin embargo están muertos.
Ya os he mostrado el cumplimiento o el fin de la obra, he abierto el Libro a los que
saben y he velado a los demás las cosas que a ellos han de estar ocultas y
desconocidas; he unido e incorporado entre si aquellas cosas que estaban separadas y
que tenían distintas figuras y he unido los espíritus.
Recibid éste don de las manos de Dios.
*
CAPITULO VI
*
Estamos obligados a dar gracias a Dios, que da a todos aquellos que son sabios una
ciencia tan admirable que nos libera de la miseria y la pobreza, y de que haya
encerrado tantas maravillas en la Piedra de los Sabios.
No obstante, aquellos a quienes no hace una gracia tan singular, no tienen menos
motivos de agradecimiento por todas las cosas que produce continuamente para su
subsistencia y que son otros tantos milagros que realiza incesantemente para todos los
hombres. Y si no están contentos con todos estos bienes y aspiran a esta ciencia,
deben pedir esta gracia a Dios con continuas y fervientes plegarias para obtener su
conocimiento durante su vida.
Por otra parte, y a fin de que no les induzca a error lo que antes he dicho de los
ungüentos que extraemos de las uñas, de los pelos, del moho, del tragacanto y de los
huesos, les advierto que esas son las palabras que los antiguos Filósofos utilizaron en
sus libros en sentido figurado y que no han de tomarse al pie de la letra. Aun nos falta
explicar más ampliamente la disposición o preparación del ungüento que contiene en si
las tinturas, que coagula y fija las cosas volátiles y que embellece los azufres [ ... ]
Es un ungüento oculto y velado del que no parece se haya de hacer ninguna
preparación y que permanece en su cuerpo como el fuego en los árboles y en las
piedras. Y hay que obtener este ungüento con una industria muy sutil y con un grande
artificio, y cuidar que no se queme [ ... ]
Y sabed que el cielo está unido a la tierra, por lo que es mediocre, porque el agua, que
es lo mediocre, tiene una común figura con el cielo y con la tierra.
El agua es la primera cosa que sale de esta piedra, el oro es la segunda, la tercera es
una cosa que es casi oro y mediocre y por lo tanto más noble que el agua y que las
impurezas.
El humo, la negrura y la muerte se encuentran en esas tres cosas. Hay que extraer,
por tanto el humo que está sobre el agua, separar la negrura del ungüento y expulsar
la muerte de las heces. Esto lo haremos por medio de la disolución, y con ello
obtendremos una soberana filosofía y el secreto de todos los secretos.
[He dejado en este capítulo dos lagunas señaladas entre corchetes a causa de que en
esos lugares falta algo y que la traducción de Joli es más amplia. Dado que en su
comienzo (esa traducción) es distinta, añado aquí este capítulo entero tal como lo ha
traducido él. Nótese que lo que está en una letra distinta es lo que no está en los
ejemplares latinos ni, en consecuencia, en la traducción que yo he realizado.]
*
CAPITULO VI
*
Tenéis que dar gracias a Dios, que otorga esta ciencia a todo sabio, que nos libera de
toda miseria y pobreza.
Agradecedle todos los dones y milagros que ha puesto en esta naturaleza, y rogadle
que mientras vivamos vayamos hacia El. Además, hijo mío, los ungüentos que
extraemos de los libros de los autores están escritos de uñas, pelos, latón verde,
tragacanto y huesos. Por otra parte es preciso exponer la disposición del ungüento que
coagula las naturalezas fugitivas, que adorna los azufres prefiriéndolos a cualquier otro
ungüento perfecto. Pues sabemos la esencia de su vaso y lo precioso que es y se llama
divino azufre y figura a los otros ungüentos; y es el ungüento oculto y velado, del que
no se ve ninguna disposición y habita en su cuerpo como el fuego en los arboles y en
las piedras y que se ha de extraer por medio de un arte y un entendimiento sutil, sin
ninguna combustión.
Has de saber, hijo mío, que aquel que no conoce la diferencia, no conoce bastante bien
los dos azufres; no es que los ungüentos que se subliman de las piedras sean azufre,
para hacer la tintura, pero los dos, mezclados con sus cuerpos conforman uno que es
perfecto. Y conviene saber que reinan dos azufres, pero huyen y conviene separarlos
perfectamente bien y retenerlos en su huida. Y sabed que el cielo se une
mediocremente con la tierra y lo mediocre se figura con el cielo y con la tierra, y es el
agua. Y la primera es agua que sale de ésta piedra, y el segundo, ciertamente, es el
oro, y el tercero, la suciedad; y el mediocre es el oro, que es más noble que la
suciedad. Y en esos tres está el humo, la negrura y la muerte. Por tanto, hay que
expulsar el humo que está encima del agua, la negrura del ungüento y de las heces, la
muerte, y esto se hace por disolución. Y aquí tenemos una gran filosofía y el secreto de
los secretos.
*
CAPITULO VII
*
y último
Hijos de los Filósofos, hay siete cuerpos o metales, entre los que el oro ostenta el
primer rango, porque es el mas perfecto de todos, por eso se le llama Rey y Jefe.
La tierra no podría corromperlo, las cosas ardientes no lo destruyen, el agua no lo
altera ni cambia, porque su complexión es templada y está compuesto a partes iguales
de calor, frialdad, sequedad y humedad, y en él no hay nada superfluo. por eso los
Filósofos lo han preferido a todos los demás, teniéndolo en gran estima,
asegurándonos que el oro, por su resplandor es, en relación a los metales, lo que el
Sol es entre los astros a causa de su luz, más resplandeciente que la de los demás. Así
como es el Sol quien, por voluntad de Dios, hace nacer y crecer todos los vegetales y
quien produce y madura todos los frutos de la tierra: el oro también contiene a todos
los metales en perfección. Es él quien los vivifica, porque él es el fermento del elixir, y
sin él, el elixir no puede ser perfecto.
Porque, del mismo modo que la masa no podría ser fermentada sin levadura,
asimismo, cuando hayáis sublimado y lavado el cuerpo, cuando hayáis expulsado la
negrura de las heces, que las hace desagradables, y con el fin de unir entre si a este
cuerpo y a estas heces, poned el fermento y haced agua de la tierra, hasta que el elixir
se convierta en fermento, como la masa se hace levadura por la levadura que se une a
ella.
Si consideráis y examináis bien la cosa, encontraréis que el fermento que deberá ser
unido a la obra no ha de tomarse de otra cosa que no sea de su misma naturaleza,
pues ¿no veis que la levadura se toma de la pasta que ha sido fermentada?
Y sabed que el fermento blanquea la composición e impide que se queme, retiene la
tintura y la vuelve fija y permanente, alegra los cuerpos y los une entre si haciéndolos
penetrantes.
Y esta es la Llave de los Filósofos y el fin al que se dirigen todas las operaciones que se
realizan en la obra. Por medio de esta ciencia los cuerpos se hacen más perfectos de lo
que eran, y con la ayuda de Dios se realiza la obra, del mismo modo que por el
desprecio y la mala opinión que se tiene de este fermento la obra se pierde y no se
realiza.
Pues lo que la levadura es a la masa, el cuajo a la leche en cuanto a los quesos, que se
hace de ella, y lo que es el almizcle en los perfumes, lo es el color del oro para la
tintura roja y su naturaleza no es, ciertamente, una maravilla.
Por eso, con el hacemos la Seda, es decir, el elixir, y con él hemos hecho la tinta con
que hemos escrito, y teñimos el barro del sello real y en él hemos puesto el color del
cielo, que fortifica la vista de quienes lo miran.
Por tanto, el oro es la piedra muy preciosa que no tiene impurezas y que es templada.
Y ni el fuego ni el aire, ni el agua ni la tierra podrían corromper este fermento
universal, que por su composición templada, rectifica y sitúa todos los cuerpos
imperfectos en una justicia y una temperatura moderada e iguales, transmutándolas
en oro.
Y este fermento es amarillo o anaranjado.
El Oro de los Sabios, una vez cocido y bien digerido por medio del agua ígnea o del
agua-fuego hace y compone el elixir. Pues el Oro de los Filósofos es más pesado que el
plomo y por su composición templada y equilibrada, es el fermento del elixir. Como,
por el contrario, lo que no es templado está hecho con una composición desigual.
Por lo demás, la primera obra se hace del vegetal, y la segunda del animal, de lo que
tenemos un ejemplo (en el huevo del pollo, del que se forma un pollo) en los
elementos que se forman visiblemente. Y nuestra tierra es oro, con el que hacemos la
Seda, que es el fermento del elixir.

TRATADOS HERMETICOS *** EL APOCALIPSIS DE HERMES


TRATADOS HERMÉTICOS
EL APOCALIPSIS DE HERMES POR EL MUY
CÉLEBRE HELVETIUS AUREOLUS, EL SEGUNDO
HERMES



De la revelación del espíritu oculto de la naturaleza
Hermes, Platón, Aristóteles y los demás filósofos que han florecido en tiempos
diferentes, inventores de las artes que han considerado con asiduidad las potencias de
las criaturas inferi ores, se han preguntado, animados por un gran deseo, si era posible
encontrar entre las criaturas alguna cosa que protegiese el cuerpo del hombre de la
destrucción y que le mantuviese en una vida permanente. La respuesta ha sido que no
existía nada que liberase al cuerpo destructible de la muerte, pera que no obstante
existía realmente una cosa que suprimía la corrupción, devolvía la juventud,
prolongaba la breve vida hasta la edad de los patriarcas. La muerte ha sido el castigo
infligido a nuestros antepasados: Adán, Eva y sus descendientes no pueden sustraerse
de ella. Así, dichos filósofos y otros aún se han esforzado mucho en buscar, antes de
cualquier otra cosa, este uno único, y han descubierto que lo que preserva el cuerpo
del hombre de la corrupción y prolonga la vida es, en todas sus propiedades,
comparable al cielo por lo que respecta a su relación con los demás elementos.
Han comprendido que el cielo es una esencia superior a los cuatro elementos tanto
como a las cuatro cualidades y lo han considerado como la quintaesencia, por la
relación que mantiene con los cuatro elementos, ya que el cielo es indestructible,
inmutable y no soporta jamás ninguna intrusión ajena. Pensaron que era preciso
extraer este uno único de las potencias de nuestro cuerpo, y los filósofos le han dado
este nombre. No es caliente ni seco como la tierra, y es para todos los elementos
finalidad, ecuación perfecta, mezcla exacta de las potencias necesarias, reunión
particular de las virtudes espirituales, unión invisible del cuerpo y del alma, esencia
más pura y más noble de un cuerpo indestructible, extraída por el arte, esencia que no
puede ser destruida ni atacada en lo más mínimo por los elementos. Aristóteles se
sirvió de ella para sazonar una manzana cuyo perfume prolongaba la vida, cuando la
edad, -quince días antes de su muerte-, le quitó el apetito y la sed.
Esta esencia espiritual y cosa única ha sido revelada desde lo alto a Adán, los santos
patriarcas han alimentado un deseo particular de ella, Hermes y Aristóteles la llaman la
verdadera, sin mentira alguna, la cierta, la más cierta de todas, la más secreta de las
secretas. Potencia divina escondida en la naturaleza, es la mejor y la más alta que
pueda ser buscada bajo los cielos, la maravillosa conclusión y el término de todas las
obras filosóficas, se encuentra en ella, el rocío del cielo y el peso graso de la tierra. En
su espíritu se descubre lo que el hombre no es capaz de formular, como dice Morien:
tenerlo es poseer todo, ya no tener necesidad de ninguna otra ayuda porque este
espíritu encierra toda la bienaventuranza, toda la salud del cuerpo y la felicidad
terrestre. El es el espíritu de la quintaesencia, el manantial de toda la alegría bajo el
círculo lunar. Sostiene el cielo, mantiene la tierra, mueve el mar, excita el viento, hace
bajar la lluvia, mantiene todas las cosas y potencias. Espíritu elegido que domina todas
las demás cosas y espíritus celestes, da la salud, la felicidad, la alegría, la paz, el
amor, expulsa en general todos los males, cura toda enfermedad, aleja el odio y la
tristeza, introduce la alegría, destruye la pobreza y la miseria, en todo bien él es el
guía, impide a cualquiera decir o pensar mal, da al hombre lo que desea su corazón, a
los hombres piadosos da el honor terrestre y una larga vida, a los malvados que
abusan de él, las penas eternas. He ahí el espíritu de la verdad que el mundo no puede
asir sin la inspiración del Espíritu Santo o bien sin la enseñanza de aquellos que le
conocen. Su naturaleza no puede ser reconocida, al igual que su potencia. Infinito es
su poder, y los santos han deseado verle desde el inicio del mundo.
Avicena llama a este espíritu alma del mundo. En efecto, al igual que el alma pone en
movimiento todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu pone todos los
cuerpos en movimiento. Y, así como el alma ocupa todos los miembros del cuerpo,
asimismo este espíritu está presente en todas las criaturas elementales. Muchos lo
buscan pero pocos lo encuentran. Se le cree lejos, pero se le coge muy cerca. Está
presente en cada cosa, en todo lugar y en todo tiempo. Contiene las energías y la
eficacia de todas las criaturas y tiene su lugar en todos los elementos a la vez. En este
uno único se encuentra la potencia suprema de toda cosa y de cada cosa. De estas
potencias Adán y los demás patriarcas extrajeron la salud de sus cuerpos y la
longevidad de sus vidas, gracias a ellas, algunos conocieron gran riqueza y
prosperidad. Los filósofos que lo descubrieron al precio de una gran labor y de una
gran asiduidad, lo ocultaron en frases extrañas y misteriosas a fin de que no fuese
revelado a los indignos y que las nobles perlas no fuesen echadas a los puercos. En
efecto, si estuviera en el poder de cualquiera, toda asiduidad, toda actividad cesarían,
el hombre no tendría más que un único deseo, la posesión de este Uno único, la gente
ya no viviría como se debe y el mundo se hundiría: por su avidez y por su opulencia,
irritarían a Dios. Porque ningún ojo ha visto ni ninguna oreja oído aquello de lo que el
cielo ha revestido naturalmente este espíritu, porque ningún corazón humano ha
tenido el eco de él. Yo hago en honor de Dios un breve resumen de algunas
propiedades de este espíritu que los filósofos han experimentado, a fin de que las
personas piadosas que en el porvenir pudieran recibir este don divino lo celebren en
sus beneficios con fervor. Y os mostraré también la virtud y las potencias que reserva
a cada ser, cómo se manifiesta corporalmente, a fin de que sea descubierto y
reconocido con tanta mayor facilidad.
En su ser primero, este espíritu aparece en un cuerpo terrestre, sucio y lleno de una
debilidad multiforme. Pero encierra las siguientes propiedades: cura todas las heridas y
toda la corrupción que ataca a los miembros del hombre, engendrando carne sana y
consumiendo la gangrena, purificando toda putrefacción y toda hediondez en cualquier
lugar que se fijen, curándolo todo en el interior y en el exterior.
En su segundo ser, reviste la apariencia de un cuerpo acuoso, más bello que en el
primer caso, lo que hace que todavía sea corruptible bajo ciertos aspectos. Pero cuánto
mayores son su energía, su eficacia y sus virtudes, más eficaz es también en todas sus
operaciones, y está más cerca de la verdad. Bajo esta forma presta ayuda en general,
debido a su naturaleza oculta, a todas las enfermedades, frías y calientes, y es notable
su utilidad en los casos de envenenamiento. Expulsa el veneno del corazón, disuelve
sin esfuerzo todos los depósitos pulmonares y, habiéndolos destruido y deteriorado, los
cura independientemente de su agitación. De este modo purifica la sangre.
Descompone los depósitos que se han producido en los lugares espirituales, evitando
toda prosecución de la destrucción. Absorbido tres veces al día durante una semana,
aporta consolación y esperanza a toda enfermedad.
En su tercer ser, manifiesta un ser aéreo y un cuerpo de la naturaleza del aceite, que
está casi liberado de todas sus imperfecciones. En este caso, demuestra obras
completamente asombrosas, porque permite a los jóvenes que lo absorben de forma
regular en su alimento, aunque sea en pequeñas dosis, conservar su cuerpo en un
estado de belleza y de fuerza. Evita que domine la melancolía y la inflamación de la
bilis, desarrolla más allá de la medida sangre y esperma, y a menudo los pacientes
deben ser sangrados. Desobstruye, vuelve menos espesas las venas y los vasos
sanguíneos y, cuando un miembro tiende a desaparecer, le vuelve a dar su justa
medida. De igual modo, cuando un adolescente tiene un ojo alterado, en el momento
de su crecimiento y antes de alcanzar la madurez, la instilación cotidiana de algunas
gotas, seguida de un reposo de un mes, le devolverá la vista con total seguridad.
Cuando un miembro alcanza un cierto grado de putrefacción y de superfluidad, él lo
elimina y lo disuelve al instante, reemplazando las partes perdidas.
En su cuarto ser, aparece en un cuerpo ígneo que todavía no está totalmente
desembarazado de todas las imperfecciones, que aún tiene un componente ígneo, y
cuya desecación es insuficiente. Grandes son sus virtudes: es eficaz, a todos da la
juventud. Si un enfermo condenado a la muerte absorbiese mezclado en vino un poco
de este fuego, del peso de un grano de cebada, y si este medicamento pudiera
alcanzar el estómago por vía bucal, el paciente sería reconfortado, recalentado y el
medicamento alcanzaría el corazón, donde suprimiría toda humedad superflua. Expulsa
el veneno, vuelve a dar vida al calor natural del hígado. Este fuego, absorbido por los
ancianos en pequeña cantidad, elimina la enfermedad de la edad y adquieren entonces
la juventud del corazón y del cuerpo, por esto que se le Llama elixir de vida.
En su quinto y último ser, aparece bajo un cuerpo glorificado e iluminado, sin defecto.
Ahí brillan sol y luna, en ellos él posee todas las energías y todas las propiedades que
posee en las demás esencias y de las cuales hemos hablado: con más belleza e incluso
maravilla, pues las obras naturales son consideradas en él como misterios divinos, ya
que vuelve a dar vida a los cuerpos viejos, muertos y desecados, dado que si se aplica
en las raíces de un árbol, éste recobrará vida, reflorecerá y traerá frutos. Si se mezcla
este espíritu con el aceite de una lámpara, ésta no se apaga, quema eternamente sin
pérdida alguna. Transforma cada cristal en piedras preciosas de todos los colores, tan
buenas y tan preciosas como las que salen de las minas, y realiza también muchas
otras cosas que no hay que revelar a la gente malvada, cosas que son consideradas
como imposibles. En efecto, cura a todos los cuerpos, muertos o vivos, sin adjunción
de ninguna otra medicina, y pido que Cristo me sea testigo, pues no miento en nada:
en él se encuentra la sola influencia de todos los cuerpos celestes que se buscan en
todos los cuerpos y que se han esparcido en cada cosa en particular. Los primeros
revelan todos los tesoros ocultos en el mar y sobre la tierra, mientras que él
transforma en sol a todos los cuerpos metálicos y que, bajo los cielos, no se encuentra
nada que le sea semejante.
Este espíritu es el misterio oculto desde el origen del cual sólo algunos santos a
quienes Dios ha otorgado la revelación han percibido la profusión de honor; es este
espíritu el que provoca en el aire una lluvia ígnea, el que conduce la terrestreidad hacia
el cielo, mientras que ríos enteros de mar vivo fluyen de su vientre y de su cuerpo.
Este espíritu vuela hacia el cielo por medio del mundo intermediario. Nube que sube de
la aurora, introduce en el agua su Fuego que arde y tiene en el cielo su tierra
clarificada, eliminando la malignidad de Saturno y de Júpiter, dando a Júpiter el
resplandor del sol y a Mercurio el de la luna. ¡Para Venus, para Venus su hermana,
hace fluir la miel de las rocas, por los minerales está lleno de un eterno amor!
A pesar de las acusaciones de error que recaen sobre este espíritu que los
calumniadores tendrán por falso, aquellos que saben, aquellos que lo experimentan
realmente, lo juzgarán verdadero y posible, por poco que se quiera comprender
fielmente las palabras escondidas. ¡No te enfrentes pues a este espíritu antes de tener
de él una comprensión suficiente, porque Dios es maravilloso en sus obras, y sus obras
son, como su Sabiduría, innumerables!
En su naturaleza ígnea, este espíritu se Llama Sandaraca, en su naturaleza aérea
Kubrick; Aliochat en su naturaleza terrestre. Pero estas denominaciones engañan a
aquellos que le buscan sin antes haberlo reconocido, y que piensan que se descubrirá
por estos procedimientos inútiles para nuestro arte. Aunque estos nombres designen
las propiedades del espíritu que buscamos, él no está, ni puede encontrarse en estos
cuerpos, ya que un espíritu clarificado no puede manifestarse en apariciones. En
efecto, en un cuerpo como éste, -adaptado a su généro, y aunque se le dé tal o cual
nombre-, no debe considerarse que existen diferentes espiritus: sea cual fuere el
nombre que se le atribuya, no hay más que un único espíritu, eternamente, espíritu
cuya ascensión ilumina la claridad del cielo, cuya pureza en este instante es
incorporada a la tierra y que, en el curso de su carrera, abrara el crecimiento de las
aguas. No es un ángel de las jerarquías inferiores. Su nombre es Rafael, el ángel de
Dios, el más sutil y el más noble, y también el más puro, y los demás le obedecen
como se obedece a un superior. Esta substancia espiritual no es ni celeste ni infernal,
es un cuerpo aéreo, puro y espléndido, la forma intermediaria entre los seres sublimes
e inferiores, desprovista de entendimiento, pero fecunda en su operación, la más
escogida y llena de gracia de todas las otras cosas celestes. Esta obra divina es
demasiado profunda para que un insensato la pueda comprender, porque es el secreto
último y sublime de la naturaleza, el Espíritu del Señor que llena el círculo de la tierra,
que planeaba en el comienzo sobre las aguas y que el mundo no puede asir sin la
secreta y graciosa infusión del Espíritu Santo, o bien sin la instrucción secreta de sus
conocedores. El mundo entero lo desea a causa de las energías que encierra, energías
que los hombres jamás serán capaces de apreciar suficientemente. En efecto, estas
energías penetran los planetas, elevan las nubes y expulsan las brumas, dan la luz a
cualquier cosa, transforman todo en oro y en plata, confieren la salud y la profusión de
los tesoros, purifican la lepra, despejan la vista, reconfortan las almas tristes, cuidan a
los enfermos, manifiestan todos los tesoros ocultos, curan en general todas las
enfermedades y todas las imperfecciones.
Este espíritu ha permitido a los filósofos descubrir las siete artes liberales, ha
engendrado la riqueza de éstas, ha permitido a Moisés crear los utensilios de oro del
templo, al rey Salomón realizar numerosas y notables obras en honor de Dios, a
muchos hombres ejecutar grandes acciones: a Noé construir el arca, a Moisés el
tabernáculo, a Salomón el templo. Gracias a él Esdras restableció la ley, María,
hermana de Moisés recibió la hospitalidad, Abraham, Isaac, Jacob y demás justos han
obtenido de él larga vida y abundancia de riquezas, y todos los hombres piadosos que
lo han conocido gracias a él han celebrado la alabanza a Dios. Así, su adquisición es
preferible a cualquier operación realizada con la plata y con el oro, pues él es la mejor
de todas las obras, ya que todos los bienes temporales que el hombre puede desear en
este mundo no le son comparables, porque es desde el origen experimentado,
perfecto, impecable, el único en alojar la verdad. Por eso se le llama voz y verdad; su
obra ignora la falsedad, y no se puede celebrar suficientemente su alabanza. Soy
incapaz de describir adecuadamente su potencia, porque sus propiedades y su poder
superan nuestro pensamiento y no son expresables en palabras: en él, en efecto,
existe una multitud de propiedades.
En resumen, ¿qué más podríamos decir? No existe, no ha existido jamás, nunca
existirá nada que pueda permitir una exploración más profunda de la naturaleza.
¡Oh tú, Sabiduría divina de desbordante profundidad, tú que has encerrado en la
fuerza y la potencia de este espíritu único todo lo que posee el conjunto de todos los
cuerpos, oh tú, Sabiduría inefable revelada a los mortales: la potencia de tu espíritu
mejora las cosas destructibles de la naturaleza!
¡Oh tú, misterio de los misterios, misterio que surge de todas las cosas misteriosas,
cura y medicina universales, última exploración de la naturaleza, maravillosa
conclusión para todos, para todos los patriarcas, los nuevos Sabios y los Filósofos de
todas las cosas celestes inferiores, conclusión deseada por el mundo y la tierra entera!
¡Oh! ¡Qué espíritu maravilloso y digno de alabanza es tu pureza que, en su plena
potencia, alberga toda alegría y toda riqueza, toda la fecundidad de la vida: arte de
todas las artes, tú que otorgas la alegría temporal a aquellos que te conocen! ¡Oh tú,
ciencia deseable y cosa amable entre todas las que están bajo el círculo de la luna, tú
que confortas la naturaleza, renuevas el corazón y los miembros, mantienes a la
juventud en la flor de la vida, expulsas la vejez y destruyes la debilidad, mantienes la
belleza en su estadio más amable, contienes el bien en profusión y no cesas de dar
todo lo que agrada al hombre! ¡Oh tú, potencia suprema, y que nada domina, que los
ignorantes desprecian, pero que los Sabios aman en una alabanza, en una gloria, en
un honor sublimes, tú que expulsas toda obra mortal nacida de los humores y toda
enfermedad artificial provocada por hechizo! ¡Tú aclaras la voz de los moribundos y les
das la palabra! ¡Oh tú, tesoro de los tesoros, misterio de los misterios, Avicena te ha
llamado la substancia inefable, el alma más pura, más perfecta y más potente del
mundo, no hay bajo el cielo producto alguno del arte cuya naturaleza y cuya potencia
no sean más insondables, operación más maravillosa, potencia más infinita, algo que
tenga su semejante a él entre las criaturas, tú que encierras las potencias de los
cuerpos celestes! ¡De ti en efecto fluyen las aguas de la vida, la miel y el aceite de la
salvación eterna, y como lo dice Morien, él les ha saciado con rocas y miel! Quien lo
tiene posee todo y no tiene necesidad de ningún apoyo exterior.
¡Bendito eres, tú, Dios nacido del Padre, tú que has dado a los profetas este
conocimiento, esta inteligencia! ¡Estos lo han mantenido oculto a fin de que los ciegos,
a fin de que aquellos que están ahogados en la impiedad de este mundo, no puedan
descubrirla, a fin de que los hombres piadosos y capaces puedan gracias a ella celebrar
tu alabanza! En efecto, aquellos que revelan y que descubren a los indignos el misterio
de esta cosa quebrantan el sello celeste, la revelación del misterio es una ofensa para
la entera Majestad divina, las desgracias les abruman y el castigo de Dios es
inminente.
Ruego pues de todo mi corazón a todos los creyentes en Cristo que tienen este
conocimiento que no hablen de ello a nadie, que no la comuniquen a cualquiera, sino
solamente a aquellos que viven de acuerdo con la divinidad, después de haberlos
puesto a prueba mucho tiempo, después de que hayan reconocido que viven
virtuosamente, que alaban y que honran a Dios, Dios que ha dado a los hombres un
tesoro semejante. ¡Muchos lo buscan y pocos lo encuentran, indignos que son de este
saber, los impuros que viven en el vicio; arte que no debería ser mostrado más que a
aquellos que temen a Dios, arte que nada puede comprar!
Tomo a Dios como testimonio: lo que digo no es mentira, incluso si eso parece
imposible para la naturaleza. No hay nadie actualmente, no existió jamás nadie ni
existirá jamás nadie que permita una exploración tan profunda de la naturaleza.
Alabado sea Dios, el Dios supremo y Todopoderoso, que ha creado este arte y se ha
complacido en revelar este conocimiento a los hombres que le temen! Así pues, ha
sido realizada es la obra excelente y de las más preciosas, esta revelación del espíritu
oculto que tiene escondidos en su seno los secretos y los misterios de este mundo.
Este espíritu es una divinidad única, un ministerio sagrado, divino y maravilloso, que
encierra el mundo por entero. Este último está en él, y en él y en un instante
encuentra su verdad, este espíritu, en efecto, domina verdaderamente a los elementos
y la quintaesencia.

miércoles, 19 de marzo de 2008

FORO

FORO
NOTA:
A RAIZ DE UNAS COSAS QUE HAN PASADO CON LOS COMENTARIOS, Y ANTE CIRCUSTANCIAS QUE EN SI, NO PUEDO PARAR, SI ALGUIEN QUIERE HACER UN COMENTARIO, O SUBIR ALGUN ESCRITO, HE ABIERTO UN FORO PARA TAL PROPOSITO; LA DEIRECCION ES :
http://dark-gothic.mforos.com/
AL QUE ESTAIS TODOS INVITADOS A EXPONER LO QUE OS PLAZCA.
Y SI ALGUIEN, QUIERE SUBIR UN ESCRITO AQUI, O EN ALGUNO DE MIS BLOGS, MANDARME EL ESCRITO A : snake@ono.com , Y BUENO, ESPERO QUE SIGAIS DISFRUTANDO DEL SITIO TANTO O MAS QUE YO LO DISFRUTO HACIENDOLO, MUCHAS GRACIAS POR LAS VISITAS, Y POR LOS COMENTARIOS, ATENTAMENTE SNAKE

miércoles, 5 de marzo de 2008

APOCALIPSIS DE PABLO -- APOCRIFO -- TEXTO COPTO

APOCALIPSIS DE PABLO
(Texto copto de Nag Hammadi)


17
La revelación de Pablo.
[Laguna]
Visión de Pablo
18

[...] en el camino. Y [se dirigió a él], diciendo: ¿Qué camino [tomaré] para subir a [Jerusalén]? El niño [contestó diciendo]: Di tu nombre, a fin de que te [muestre] el camino. Sabía [quién era Pablo]. Quiso mostrarse afable con él por medio de sus palabras a fin de hallar excusa para conversar con él. El niño tomó la palabra y dijo: Sé quien eres, Pablo, que tú eres el que fue bendecido desde el vientre de su madre. Ahora bien, yo [he venido] a ti a fin de que [subas a Jerusalén] hacia tus colegas [apóstoles]. Por esto [has sido llamado]. Yo soy [el Espíritu que hace camino] contigo. [Alerta] tu mente, Pablo [...]
19
Pues [...] todo que [...] en los principados y estas potestades y arcángeles y poderes y toda clase de demonios [...] aquél que pone al descubierto cuerpos para ser desparramados entre almas.
Una vez hubo terminado esta alocución siguió hablando y me dijo: Alerta tu mente, Pablo, y percátate de que la montaña sobre la que estás es la montaña de Jericó, a fin de que conozcas las cosas ocultas que yacen bajo las cosas manifiestas. Sí, irás a los doce apóstoles, pues son espíritus elegidos, y te recibirán con un saludo.
(Pablo) levantó la vista y vio cómo lo saludaban. Entonces, el [Espíritu] Santo, que conversaba con él, lo arrebató hacia lo alto, hasta el tercer cielo. Luego pasó hasta el cuarto [cielo]. El Espíritu [Santo] se dirigió a él diciendo: Mira y ve tu semejanza sobre la tierra.
Él [miró] hacia abajo y vio las cosas que estaban sobre la tierra. Observó [y vio] las cosas que estaban sobre [...]

20
Fijó la mirada [hacia abajo] y vio a los doce apóstoles a su derecha y a su izquierda en la creación, y el Espíritu les precedía en el camino.
Visión de juicio de las almas
Ahora bien, en el cuarto cielo yo vi las cosas según sus clases. Vi, en efecto, a los ángeles que se asemejaban a dioses, a los ángeles que transfieren almas de la tierra de los muertos. La depositaron en la puerta del cuarto cielo, y los ángeles la azotaban. El alma levantó la voz diciendo: ¿Qué pecado he cometido en el mundo? El guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo: No era conveniente cometer todas aquellas transgresiones a la ley que se dan en el mundo de los muertos. El alma respondió diciendo: Aporta testigos y que [muestren] en qué cuerpo cometí transgresión. [¿Quieres] traer un libro [y leer en] él? Y acudieron tres testigos. El primero tomó la palabra y dijo: [¿Acaso] no estuve yo en el cuerpo en la segunda hora? [...] Me levanté contra ti

21
hasta que [te sumiste] en ira, en enojo y en envidia. El segundo habló y dijo: ¿Acaso no estaba yo en el cosmos? Entré en la hora quinta y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes que cometiste. El tercero habló diciendo: ¿Acaso no me llegué a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te di tinieblas hasta que remataras tus pecados.
Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza. Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma que fue precipitada hacia abajo [accedió] a un cuerpo que había sido preparado [para ella]. Y he aquí que se terminaron sus testigos.
Ascensión a través de los cielos
[Yo, entonces, miré] hacia arriba y vi al Espíritu que me decía: Pablo, ven, acércate a mí. Y cuando yo [avanzaba], se abrió la puerta y entré en el quinto [cielo]. Y vi a mis colegas apóstoles [que me acompañaban]

22
mientras el Espíritu venía con nosotros. Y en el quinto cielo vi un gran ángel que enarbolaba en su mano una vara de hierro. Con él estaban otros tres ángeles y yo levanté la vista hacia ellos. Pero peleaban entre ellos enarbolando látigos, empujando a las almas hacia el juicio. Yo, por mi parte, avanzaba con el Espíritu y la puerta se me abrió. Entonces ascendimos al sexto cielo y vi a mis colegas apóstoles que me acompañaban, y el Espíritu Santo me conducía ante ellos. Levanté la mirada y vi una gran luz que resplandecía sobre el sexto cielo. Hablé y dije al guardián que estaba en el sexto cielo: [Abre] para mí y para el Espíritu [Santo] que me precede. Entonces me abrió y [ascendimos] al séptimo [cielo. Vi] un anciano [...] de luz cuya vestidura era blanca. [Su trono], que se halla en el séptimo cielo, resplandecía más que el sol, [siete] veces más.
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El anciano tomó la palabra y me dijo: ¿A dónde vas, Pablo, el bendecido, el que fue separado desde el vientre de su madre?. Ahora bien, yo miraba al Espíritu, y él movía la cabeza diciéndome: Habla con él. Yo hablé y dije al anciano: Regreso al lugar del cual procedí. El anciano me contestó: ¿De dónde procedes? Yo le respondí diciendo: Desciendo al mundo de los muertos para llevar cautiva a la cautividad que fue cautivada en la cautividad de Babilonia. El anciano me contestó diciendo: ¿De qué manera podrás apartarte de mí? Mira y ve a los principados y a las potestades. El Espíritu intervino diciendo: Entrégale la señal que está en tu mano, y te abrirá. Entonces yo le di la señal. Él volvió el rostro hacia abajo, hacia su creación y los que son sus potestades. Entonces se abrió [el séptimo] cielo y ascendimos a la
24
Ogdóada. Y vi a los doce apóstoles. Me saludaron y ascendimos al noveno cielo. Yo saludé a todos los que se hallaban en el noveno cielo, y ascendimos al décimo cielo. Y yo saludé a mis espíritus compañeros.

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