.

Search Google

..

-

miércoles, 14 de agosto de 2013

Los Mísiles Desviados De La Religión




Richard Dawkins







Richard Dawkins, Asociado Honorario de Racionalista Internacional , es Profesor de Entendimiento Público de la Ciencia en la Universidad de Oxford, y autor de El Gen Egoista, El Relojero Ciego, y Destejiendo el Arco Iris.

Este artículo fue publicado originalmente en The Guardian (Londres). Reproducido con permiso especial de Richard Dawkins.











Un misil guiado corrige su trayectoria a medida que vuela, podríamos decir adentrándose, en el rastro de calor del chorro de un avión a reacción. Aunque es una gran mejora sobre el simple cartucho balístico, todavía no es capaz de discriminar blancos específicos. Si se lanzara desde un sitio tan lejano como Boston, no podría hacer blanco en un rascacielos predeterminado de Nueva York.

Esto es precisamente lo que puede hacer un "misil inteligente" moderno. La miniaturización de los computadores ha avanzado hasta un punto en el cual los mísiles inteligentes de hoy podrían programarse con una imagen del horizonte de Manhattan junto con instrucciones para apuntar a la torre norte del World Trade Center. Mísiles inteligentes de este nivel de sofisticación están en poder de Estados Unidos, tal como lo aprendimos de la guerra del Golfo, pero están más allá del alcance económico de los terroristas ordinarios y del nivel científico de los gobiernos teocráticos. ¿Podría haber una alternativa más barata y sencilla?

En la segunda guerra mundial, antes de que la electrónica se abaratara y se miniaturizara, el psicólogo BF Skinner investigó un poco acerca de mísiles guiados por palomas. Las palomas se sentarían en una pequeña cabina después de haber sido entrenados para picotear teclas de tal forma que mantuvieran en el centro de una pantalla algún blanco designado. En el misil, el blanco sería real.

El principio funcionó, aunque nunca se puso en práctica por las autoridades de Estados Unidos. Incluso teniendo en cuenta los costos de entrenamiento, las palomas son más baratas y livianas que un computador de efectividad comparable. Sus éxitos en las cajas de Skinner sugieren que una paloma, después de un régimen de entrenamiento con diapositivas a color, realmente podría guiar un misil a un blanco distinto en el extremo sur de la isla de Manhattan. La paloma no tiene idea de que está guiando un misil. Sólo continúa picoteando esos dos rectángulos altos en la pantalla, de cuando en cuando cae una recompensa alimenticia desde el dispensador, y esto continúa hasta... el olvido.

Las palomas pueden ser baratas y prescindibles como sistemas de guía abordo, pero no hay forma de evadir el precio del misil. Y ningún misil lo suficientemente grande para causar muchos destrozos, podría penetrar el espacio aéreo de Estados Unidos sin que fuera interceptado. Lo que se necesita es un misil que no sea reconocido como tal hasta que sea demasiado tarde. Algo como un gran jet de aerolínea civil, que llevara las señales inocuas de un empresa transportadora reconocida y con una gran cantidad de combustible. Esa es la parte fácil. ¿Pero cómo introduciría abordo el sistema de guía necesario? Usted difícilmente esperaría que los pilotos le cedieran a una paloma o a un computador el asiento del copiloto.

¿Y qué tal si se usaran humanos como sistemas de guía a bordo, en vez de usar palomas? Los humanos son por lo menos igual de abundantes que las palomas, sus cerebros no son significativamente más costosos que los de las palomas y para muchas tareas son en realidad superiores. Los humanos tienen un registro demostrado de secuestrar aviones con el uso de amenazas, lo cual funciona porque los pilotos legítimos valoran su propia vida y la de sus pasajeros.

La suposición natural de que el secuestrador por lo menos también valora su propia vida, y que actuará racionalmente para preservarla, conduce a la tripulación y al personal de tierra a tomar decisiones calculadas que no servirían en el caso de módulos de guía que carecieran de un sentido de autopreservación. Si su avión está siendo secuestrado por un hombre armado que, aunque preparado para tomar riesgos, presumiblemente desea seguir viviendo, entonces hay espacio para una negociación. Un piloto racional cumple los deseos del secuestrador, lleva a tierra el avión, consigue que envíen comida caliente para los pasajeros y deja las negociaciones a la gente entrenada para negociar.

El problema con el sistema de guía humano es precisamente esto. A diferencia de la versión con la paloma, sabe que una misión exitosa culminaría en su propia destrucción. ¿Podríamos desarrollar un sistema de guía biológico con la efectividad y dispensabilidad de una paloma, pero con la versatilidad y con la capacidad de infiltrarse de forma engañosa? Lo que necesitamos, en pocas palabras, es un humano al cual no le importe destruirse a sí mismo. El sería el perfecto sistema de guía abordo. Pero los entusiastas por el suicidio son difíciles de encontrar. Incluso los pacientes terminales de cáncer podrían perder la sangre fría cuando se estuviera aproximando el impacto.

¿Podríamos conseguir humanos que fueran normales en otras circunstancias, y de alguna forma persuadirlos de que no morirían como consecuencia de pilotar un avión para colisionarlo con un rascacielos? ¡Si pudiéramos! Nadie es tan estúpido, pero que tal si usamos este argumento. Es muy poco probable, pero podría funcionar. Dado que ellos con toda certeza van a morir, ¿no podríamos engañarlos para que creyeran que después volverían a la vida? ¡Suena tonto! Pero no, en serio, podría funcionar. Ofrézcales un atajo a un Gran Oasis en el Firmamento, refrescado por fuentes eternas. Arpas y alas no les resultarían atractivas al tipo de hombres jóvenes que necesitamos. Así que dígales que hay una recompensa especial para mártires, consistente en 72 novias vírgenes, garantizándoles que son apasionadas y exclusivas.

¿Caerían en el engaño? Si, jóvenes hirviendo en testosterona, que fueran muy repulsivos para conseguir una mujer en este mundo, podrían estar suficientemente desesperados por ir donde sus 72 vírgenes privadas en el siguiente.

Es un cuento extravagante, pero valdría la pena intentarlo. Sin embargo, tendría que hacerlo cuando aun fueran jóvenes. Aliméntelos con un substrato mitológico completo y autoconsistente para hacer que la gran mentira suene plausible cuando llegue. Deles un libro sagrado y haga que se lo aprendan de memoria. Saben, pienso que podría funcionar. Justo como lo necesitábamos, tenemos lo que buscábamos: un sistema de control mental listo para funcionar, que ha sido pulido a lo largo de siglos, pasado de generación en generación. Millones de personas han sido criados en él. Se llama religión y, por razones que algún día comprenderemos, la mayoría de las personas caen en él (en ningún lugar ocurre en mayor grado que en América misma, aunque esta ironía pasa desapercibida). Ahora, lo único que necesitamos es reclutar algunos de estas ovejas y darles lecciones de vuelo.

¿Chistoso? ¿Trivialización de una maldad inenarrable? Mi intención es exactamente la opuesta, la cual es extremadamente seria y motivada por un profundo pesar y una ira intensa. Estoy tratando de llamar la atención del elefante que hay en el dormitorio y que todo el mundo es muy cortés -o muy devoto- para no comentarlo: la religión, y específicamente el efecto devaluador de la vida ajena que la religión causa en la vida humana. No me refiero a desvalorizar la vida de los demás (aunque también puede hacerlo), sino al efecto desvalorizador de la vida propia. La religión enseña el peligroso absurdo de que la muerte no es el fin.

Si la muerte es el final, se esperaría que un agente racional valorara su vida en el más alto nivel y estaría reticente a arriesgarla. Esto hace del mundo un lugar más seguro, de la misma forma en que un avión es más seguro si su secuestrador quiere sobrevivir. En el otro extremo, si un número significativo de personas se convencen a sí mismas, o son convencidas por sus sacerdotes de que una muerte de mártir es equivalente a presionar el botón de hiperespacio para teletransportarse a través de un agujero de gusano hasta otro universo, entonces esto puede hacer del mundo un lugar muy peligroso. Específicamente, si también creen que el otro universo es un escape paradisíaco de las tribulaciones del mundo real. Démosle el acabado con promesas sexuales creídas sinceramente en caso de ser grotesco ante las mujeres, y ¿es de sorprenderse que hombres jóvenes frustrados e ingenuos estén pidiendo a gritos el ser seleccionados para misiones suicidas?

No hay duda de que un cerebro suicida obsesionado por la otra vida es en realidad un arma de inmenso poder y peligro. Es comparable a un misil inteligente, y su sistema de guía es superior en muchos aspectos al cerebro electrónico más sofisticado que el dinero pueda comprar. Aunque para un gobierno, organización o sacerdocio cínicos, es muy muy barato.

Nuestros líderes han descrito la reciente atrocidad con el cliché de costumbre: demente cobardía. "Demente" puede ser una palabra adecuada para el vandalismo que se haga sobre una cabina telefónica. No es útil para entender lo que golpeó a Nueva York el 11 de septiembre. Esos tipos no eran dementes y ciertamente no eran cobardes. Al contrario, sus mentes funcionaban muy bien e iban motivadas por un coraje insano. Nos recompensaría en grado sumo el entender de dónde vino ese coraje.

Vino de la religión. La religión es también, por supuesto, la fuente subyacente de división en el Medio Oriente, que motivó inicialmente, el uso de esta arma mortífera. Pero esa es otra historia y no es de mi incumbencia en esta ocasión. Mi preocupación aquí es con el arma misma. Inundar un mundo con religión, o religiones del tipo Abrahámico, es como distribuir pistolas cargadas en las calles. No se sorprenda si son usadas.


Cuando La Religión Pisa El Césped De La Ciencia

Cuando La Religión Pisa El Césped De La Ciencia
Richard Dawkins







Existe una cobarde blandeza del intelecto que aflige a gente que, normalmente racional, se enfrenta a religiones establecidas desde hace mucho tiempo (aunque, de manera significativa, no con tradiciones más modernas como la Cienciología o los Moonies). S. J. Gould, comentando la actitud del Papa acerca de la evolución en su columna de Natural History, es representativo de una escuela dominante de pensamiento conciliador entre creyentes y no creyentes:
La ciencia y la religión no están en conflicto, ya que sus enseñanzas ocupan dominios diferentes... Creo, con todo mi corazón, en un concordato respetuoso, incluso amoroso [el énfasis es mío]...
—Stephen Jay Gould
Bien, ¿en qué consisten esos dos dominios diferenciados, esos "Magisterios No Superpuestos" que deberían apiñarse en un concordato respetuoso y amoroso? De nuevo, Gould:
La red de la ciencia cubre el universo empírico: de qué está formado (hecho) y por qué funciona de esta manera (teoría). La red de la religión se extiende sobre cuestiones del significado y el valor moral.
—Stephen Jay Gould

¿Quién ostenta la moral?

Ojalá fuera tan perfecto. En un momento abordaré lo que realmente dice el Papa sobre la evolución, y luego otras afirmaciones de su iglesia, para ver si realmente están tan bien diferenciadas del dominio de la ciencia. Sin embargo, primero haré un inciso sobre la afirmación de que la religión posee algún tipo de preparación especial sobre cuestiones morales. Esto lo acepta a menudo incluso la gente no religiosa, presumiblemente con el ánimo de esforzarse civilizadamente por concederle al oponente la mejor cualidad que puede ofrecer - por muy débil que sea esa cualidad.
La pregunta "¿Qué es lo correcto y lo equivocado?" es una pregunta genuinamente difícil que la ciencia no puede responder. Dada una premisa moral o una creencia moral a priori, la importante y rigurosa disciplina de la filosofía moral secular puede buscar formas científicas o lógicas de razonamiento para sacar a relucir implicaciones ocultas de esas creencias, o inconsistencias ocultas entre ellas. Pero las propias premisas morales absolutas deben provenir de algún otro sitio, presumiblemente de la convicción no argumentada. O, puede esperarse, de la religión - lo que significa una combinación de autoridad, revelación, tradición y escritura.
Desafortunadamete, la esperanza de que la religión pueda proporcionar un lecho de roca a partir del cual pueda derivarse nuestra moral (que de otra manera estaría basada en arena), es una esperanza vana. En la práctica, ninguna persona civilizada utiliza las Escrituras como autoridad última para el razonamiento moral. En lugar de eso, escogemos las partes bonitas de las Escrituras (como el Sermón del Monte) e ignoramos alegremente las partes desagradables (como la obligación de lapidar a los adúlteros, ejecutar a los apóstatas y castigar a los nietos de los delincuentes). El propio Dios del Viejo Testamento, con sus celos vengativos y despiadados, su racismo, sexismo y ansias de sangre, no sería adoptado como modelo de comportamiento literal por nadie que usted o yo queramos conocer. Sí, por supuesto que es injusto juzgar las costumbres de una era antigua con nuestros estándares ilustrados. ¡Pero ése es precisamente mi punto! Evidentemente, tenemos una fuente alternativa de convicción moral última que invalida a las Escrituras cuando nos conviene.
Esa fuente alternativa parece ser algún tipo de consenso liberal sobre la decencia y la justicia natural que cambia a lo largo del tiempo histórico, frecuentemente bajo la influencia de reformistas seculares. Hay que admitir que eso no suena como un lecho de roca. Pero, en la práctica, nosotros, incluídos los religiosos, le damos una prioridad mayor que a las Escrituras. En la práctica, más o menos ignoramos las Escrituras, citándolas cuando respaldan nuestro consenso liberal, olvidándonos de ellas silenciosamente cuando no lo hacen. Y, venga de donde venga ese consenso liberal, nos es accesible a todos nosotros, seamos religiosos o no.
De manera similar, los grandes maestros religiosos como Jesús o Gautama Buddha pueden inspirarnos, con su buen ejemplo, a adoptar sus convicciones morales personales. Pero, de nuevo, escogemos nuestros líderes religiosos, evitando los malos ejemplos como Jim Jones o Charles Manson, y podemos escoger buenos modelos de comportamiento seculares como Jawaharlal Nehru o Nelson Mandela. También las tradiciones, por mucho tiempo que haya pasado desde que las seguimos, pueden ser buenas o malas, y utilizamos nuestro juicio secular de la decencia y la justicia natural para decidir cuáles seguir y cuáles abandonar.

La religión sobre el césped de la ciencia

Pero esta discusión sobre los valores morales no era más que una digresión. Ahora regreso a mi tema principal de la evolución y de si el Papa cumple con el ideal de mantenerse fuera del césped de la ciencia. Su "Mensaje sobre la Evolución de la Academia Pontificia de las Ciencias" comienza con un casuístico discurso tergiversador diseñado para reconciliar lo que Juan Pablo II estaba a punto de decir con los pronunciamientos anteriores más equivocados de Pío XII, cuya aceptación de la evolución era comparativamente más reacia y de mala gana.
La Revelación nos enseña que [el hombre] fue creado a imagen y semejanza de Dios. [...] si el cuerpo humano tiene su origen en materia viva preexistente, el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios [...] Por consiguiente, las teorías de la evolución que, de acuerdo con las filosofías que las inspiran, consideran a la mente como algo que emerge de las fuerzas de la materia viva, o como un mero epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. [...] Con el hombre, por tanto, nos encontramos ante una diferencia ontológica, un salto ontológico, podríamos decir.
Para crédito del Papa, en este punto reconoce la contradicción esencial entre las dos posiciones que intenta reconciliar: "Sin embargo, ¿no va la existencia de esa discontinuidad ontológica en contra de esa continuidad física que parece ser la línea de investigación principal en la evolución, en el campo de la física y la química?"
Que no cunda el pánico. Igual de a menudo que en el pasado, el oscurantismo viene al rescate:
Considerando el método utilizado en las variadas ramas del conocimiento, es posible reconciliar dos puntos de vista que parecen irreconciliables. Las ciencias de la observación describen y miden las múltiples manifestaciones de la vida con creciente precisión y las correlacionan con la línea del tiempo. El momento de transición a lo espiritual no puede ser objeto de este tipo de observación que, sin embargo, puede descubrir, a nivel experimental, una serie de signos muy valiosos que indican lo que es específico del ser humano
En lenguaje corriente, hubo un momento en la evolución de los homínidos en el que Dios intervino e inyectó un alma humana en un linaje que previamente era animal. (¿Cuándo? ¿Hace un millón de años? ¿Hace dos millones de años? ¿Entre el Homo erectus y el Homo sapiens? ¿Entre el Homo sapiens "arcaico" y el H. sapiens sapiens?) Es necesaria una inyección súbita, por supuesto, porque de otra manera no habría distinción en la que basar la moralidad católica, que es especiesista hasta la médula. Puedes matar animales adultos como alimento, pero el aborto y la eutanasia son asesinatos porque está implicada vida humana.
La "red" del catolicismo no se limita a las consideraciones morales, aunque sólo sea porque la moral católica tiene implicaciones científicas. La moral católica requiere la presencia de un gran abismo entre el Homo sapiens y el resto del reino animal. Tal abismo es fundamentalmente antievolutivo. La inyección súbita de un alma inmortal en la línea del tiempo es una intrusión antievolutiva en el dominio de la ciencia.
Hablando más generalmente, es completamente irrealista afirmar, como hacen Gould y muchos otros, que la religión se mantiene fuera del césped de la ciencia, restringida a la moral y los valores. Un universo con una presencia sobrenatural sería un universo fundamental y cualitativamente distinto de uno que no la tuviera. La diferencia es, ineludiblemente, una diferencia científica. La religión realiza afirmaciones sobre la existencia, y esto significa afirmaciones científicas.
Lo mismo es cierto para muchas de las principales doctrinas de la Iglesia Católica Romana. La Inmaculada Concepción, la Asunción corporal de la Virgen María, la Resurrección de Jesús, la supervivencia de nuestras almas tras la muerte: todo esto son afirmaciones de una naturaleza claramente científica. O Jesús tuvo un padre corporal o no lo tuvo. Ésta no es una cuestión de "valores" o "moral"; es una cuestión sobre un hecho formal. Puede que no tengamos la evidencia para responderla, pero es una cuestión científica. Puede estar seguro de que si se descubriese alguna evidencia que apoyara esa afirmación, el Vaticano no se resistiría a promocionarla.
O se descompuso el cuerpo de María cuando murió, o fue extraído físicamente de este planeta hacia el Cielo. La doctrina católica oficial de la Asunción, promulgada tan recientemente como en 1950, implica que el Cielo tiene una ubicación física y existe en el dominio de la realidad física - ¿Cómo podría el cuerpo físico de una mujer ir allí de otra manera? No estoy diciendo aquí que la doctrina de la Asunción de la Virgen sea necesariamente falsa (aunque, por supuesto, así lo pienso). Simplemente estoy refutando la afirmación de que está fuera del dominio de la ciencia. Al contrario, la Asunción de la Virgen es evidentemente una teoría científica. También lo es la teoría de que nuestras almas sobreviven a la muerte corporal, y todas las historias de las visitas angélicas, manifestaciones marianas y milagros de todo tipo.
Hay algo deshonesto y auto beneficioso en la táctica de afirmar que todas las creencias religiosas están fuera del dominio de la ciencia. Por un lado, las historias milagrosas y la promesa de la vida tras la muerte se utilizan para impresionar a la gente sencilla, ganar adeptos y engrosar rebaños. Es precisamente su poder científico lo que les da a estas historias su atractivo popular. Pero, al mismo tiempo, se considera golpe bajo someter a las mismas historias a los rigores habituales de la crítica científica: son temas religiosos y por tanto están fuera del dominio de la ciencia. Pero no se puede jugar a dos bandas. O, al menos, no se debería dejar a los teóricos y proselitistas religiosos que jueguen a dos bandas. Desafortunadamente, demasiada gente, incluyendo a gente no religiosa, está inexplicablemente dispuesta a dejarles.
Supongo que es gratificante tener al Papa como aliado en la lucha contra el creacionismo fundamentalista. Es ciertamente gracioso ver cómo se fastidian los planes de creacionistas católicos como Michael Behe. A pesar de ello, si me dieran a elegir entre el fundamentalismo genuino por un lado, y el doblepensamiento oscurantista y nada ingenuo de la Iglesia Católica Romana por otro, sé muy bien cuál prefiriría.


Conozca A Mi Primo, El Chimpancé

Conozca A Mi Primo, El Chimpancé

Richard Dawkins
___________________________________________________________________
La mayoría de las personas tienen la certeza que los humanos son más importantes que los simios. Pero esa presunción tiene que ver más con una doble creación de estándares que con la biología.
Señor, usted está pidiendo dinero para salvar los gorilas. Muy loable sin duda. Pero no parece habérsele ocurrido que hay miles de bebes humanos sufriendo en el mismo continente, el africano. Habrá tiempo suficiente para preocuparnos de los gorilas cuando hallamos cuidado hasta el último de esos niños. ¡Escojamos las prioridades correctas por favor!
Esta carta hipotética podría haber sido escrita prácticamente por cualquier persona bien intencionada hoy en día. Al satirizarla, no quiero decir que no sería una buena idea dar a los niños la prioridad que espero que tengan, y también sería una buena idea hacerlo de otra manera. Solo estoy intentando mostrar la naturaleza irracional y automática de la doble creación de estándares para las especies. Para muchas personas es simplemente evidente por sí mismo que los humanos somos merecedores de un trato especial.
Para volver esto más evidente, considere la siguiente variación de la misma carta:
Señor, usted está pidiendo dinero para salvar los gorilas. Muy loable sin duda. Pero no parece habérsele ocurrido que hay miles de puercos hormigueros sufriendo en el mismo continente, el africano. Habrá tiempo suficiente para preocuparnos de los gorilas cuando hayamos cuidado hasta el último de esos puercos hormigueros. Escojamos las prioridades correctas por favor!
Esta segunda carta no evitará que se haga la pregunta: "¿Qué hay tan especial en los cerdos hormigueros?" Una buena pregunta, que exigirá una respuesta satisfactoria antes de tomarnos la carta en serio. Aún así, sugiero, que la primera carta no haría a la mayoría de las personas a hacerse la pregunta equivalente: "¿Qué hay de especial con los humanos?" Como decía, no niego que esta pregunta, a diferencia de la de los cerdos hormigueros, tuviese una respuesta poderosa. Solo estoy criticando la suposición no pensada de que en el caso de los humanos la pregunta no ha surgido.
La presunción especiecista que se aprecia aquí es muy simple. Los humanos son humanos y los gorilas son animales. Se ha abierto un abismo indiscutiblemente tan grande entre ellos que la vida de un único bebe humano vale más que la vida de todos los gorilas del mundo. El valor de la vida de un animal es apenas el costo de sustitución de substitución para su propietario -o en el caso de una especie rara, para la humanidad-. Pero coloque el mismo rótulo de Homo sapiens a un minúsculo pedazo, insensible de tejido embrionario, y su vida súbitamente salta a un valor infinitamente incalculable.
Esa manera de pensar caracteriza lo que quiero denominar mente discontinua. Todos concordaríamos que una mujer de 1,83 m de altura es alta, y que una mujer de 1,52 no. Palabras como "alta" y "baja" nos tienden a forzar el mundo en clases cualitativas, pero eso no significa que el mundo realmente está distribuido discontinuamente. Si usted me diese una mujer de 1,75 m de altura y se me pidiese decidir si ella debería ser llamada alta o no, yo encogería los hombros y diría: "si ella tiene 1,75 m eso ya no te dice lo que necesitas saber?" Pero una mente discontinua, para caricaturizar un poco, iría al tribunal (probablemente a un costo muy alto) para decidir si la mujer es alta o baja. De hecho, casi no es necesario decir caricatura. Por muchos años, los tribunales de África del sur han tenido un duro trabajo juzgando si individuos en particular, de ascendencia mixta, deben considerarse como blancos, negros o morenos.
La mente discontinua está en todas partes. Esta es especialmente influyente cuando concierne a los abogados y los religiosos (todos los jueces no solamente son abogados, también lo son una gran proporción de los políticos, y todos los políticos tienen que conquistar los votos de los religiosos). Recientemente, después de dar una conferencia pública, fui cuestionado por un abogado en la audiencia. El dirigió todo el peso de argucia legal confrontando un punto interesante de la evolución. Si la especie A evolucionó hasta la especie posterior B, él argumentó, debe haber un punto en que la madre pertenece a la especie A y el hijo pertenece a la nueva especie B. Los miembros de especies diferentes no se pueden cruzar. Entonces te propongo, prosiguió él, que un hijo difícilmente sería tan diferente de sus padres al punto de no poderse cruzar con los de su especie. Así, él concluyó triunfalmente, eso no es una falla fatal en la teoría de la evolución?

Un anillo alrededor del mundo

Somos nosotros los que dividimos los animales en especies discontinuas. De acuerdo con el punto de vista evolutivo de la vida, tienen que haber intermediarios, sin embargo, de forma conveniente para nuestros rituales de nomenclatura, ellos están generalmente extintos: generalmente más no siempre. El abogado quedaría sorprendido, y espero, intrigado por las así llamadas especies anillo.

El caso más conocido es la gaviota argentea (o gaviota plateada Larus argentatus) versus la gaviota de lomo oscuro (Larus fuscus). En la Gran Bretaña estas son especies claramente distintas, muy diferentes en color. Cualquiera puede diferenciarlas. Pero si usted sigue la población de gaviotas argenteas por el occidente alrededor del hemisferio norte hasta América del Norte, y entrando por Alaska a través de Siberia da vuelta a Europa, notará un hecho curioso. La "gaviota argentea" gradualmente se torna menos parecida a las gaviotas argenteas y se vuelve más semejante a las gaviotas de lomo oscuro.

Se descubrió que las gaviotas de lomo oscuro europeas son el otro extremo de un anillo que comenzó como gaviotas argenteas. En cada estación del largo anillo, lo pájaros son lo suficientemente semejantes a sus vecinos como para poderse cruzar con ellos, hasta que se llega al final del continuo, en Europa. En ese punto la gaviota argentea y la de lomo oscuro no se cruzan. La única cosa especial respecto a las especies anillo es que los intermediarios aún están vivos. Todas las parejas de la especies emparentadas son potencialmente especies anillo. Los intermediarios deben haber vivido algún día. Sucede que en la mayoría de los casos ahora están muertos.
La mente discontinua entrenada del abogado insiste firmemente en colocar los individuos en esta o en otra especie. Él no admite la posibilidad que un individuo puede estar en medio camino entre las dos especies, o a un décimo de camino entre la especie A y la especie B. Los partidarios autodenominados pro-vida, y otros que se dedican a debates absurdos sobre donde exactamente en su desarrollo el feto "se vuelve" humano, exhiben la misma mentalidad discontinua. Es inútil decirles a esas personas que, dependiendo de que características te interesan, un feto puede ser "medio humano" o "un centésimo humano". "Humano", para una mente discontinua, es un concepto absoluto. No puede haber término medio. Y a partir de eso esto va mal.
El término "simios" generalmente significa chimpancés, gorilas, orangutanes, gibones y siamanes (Symphalangus syndactylus). Admitimos que somos semejantes a los simios, pero raramente percibimos que somos simios. Nuestro ancestro común con los chimpancés y los gorilas es mucho más reciente que su ancestro común con los simios asiáticos - los gibones y los orangutanes. No hay una categoría natural que incluya a los chimpancés, gorilas y orangutanes y excluya a los humanos. La artificialidad de la categoría "simios", como se entiende convencionalmente para excluir a los humanos, está representada por la Figura 1. Ese árbol genealógico muestra a los humanos en medio del denso grupo de los simios.

Todos los grandes simios que han vivido, incluyéndonos, están ligados unos a otros por una corriente ininterrumpida de lazos padre-hijo. Lo mismo es cierto para todos los animales y plantas que han vivido, sin embargo, las distancias involucradas son mucho mayores. Las pruebas moleculares sugieren que nuestro ancestro común con los chimpancés vivió en África, entre cinco y siete millones de años atrás, digamos que hay medio millón de generaciones. Esto no es mucho para los estándares evolutivos.
A veces se organizan eventos en los cuales millares de personas se toman de las manos y forman una corriente humana, digamos de costa a costa de los Estados Unidos, en apoyo a alguna causa o institución de caridad. Vamos a imaginar colocar una cadena de esas a lo largo del ecuador, a lo ancho de nuestro continente natal. África. Es un tipo de cadena, involucrando padres e hijos, y tenemos que hacer algunos trucos con el tiempo para imaginarla. Usted se para a la orilla del Océano Indico en el sur de Somalia, mirando hacía el norte, y dando su mano izquierda a su madre. Pero a su vez ella le da su mano a la madre de ella, tu abuela, y así sucesivamente. La corriente sigue su camino por la playa, a través de la árida sabana en dirección occidente, hacía la frontera de Kenia
¿Qué tan largo tenemos que ir para descubrir el ancestro común nuestro con los chimpancés? Es un camino supremamente corto. Admitiendo cerca de una yarda por persona (N. Del T. 1 yarda = 0,91 metros), llegamos al ancestro que comparetimos con los chimpancés en menos de 300 millas (N. Del T 483 Km.). Apenas habríamos empezado a cruzar el continente; aún no estaríamos a medio camino al Gran Valle del Rift. El ancestro está bien al oriente del monte de Kenia, y asegurado en su mano una corriente entera de sus descendientes lineares, culminando con usted, de píe en la pradera somalí.
La hija cuya mano está asegurando en su mano derecha es aquella persona de la cual nosotros somos descendientes. Ahora, el archí-ancestro gira hacía el oriente, y con su mano izquierda ella toma a su otra hija, aquella de la cual los chimpancés son descendientes (o su hijo, por supuesto). Las dos hermanas se están mirando cara a cara la una a la otra, y cada una de ellas está tomada de la mano a su madre. Ahora, la segunda fila, la ancestral de los chimpancés, seguirá de la mano de su hija en una nueva corriente que se ha formado dirigiéndose en dirección a la costa. La primera prima mira a la primera prima, la segunda prima mira a la segunda prima, y así sucesivamente. Con el tiempo la doble cadena habrá llegado a la costa nuevamente, está desemboca en los chimpancés modernos. Usted está cara a cara con su prima chimpancé, y estás unido a ella por una corriente sin interrupción de manos de madres dadas a sus hijas.
Si usted recorriese la línea por encima como un general haciendo una inspección - pasando por el Homo erectus, Homo habilis, y tal vez por el Australopithecus afarensis - y por abajo por el otro lado (los intermediarios del lado chimpancé no son mencionados porque hasta ahora no se ha encontrado ningún fósil), usted no encontraría en parte alguna una discontinuidad abrupta. Las hijas se parecen a sus madres tanto (o tan poco) como ellas siempre se asemejarán. Las madres amarían a sus hijas y sentirían afinidad con ellas, de la forma como siempre lo hacen. Y ese continuo de manos dadas, uniéndonos indeleblemente a los chimpancés es tan corto que escasamente cruza el interior de África, el continente madre.

Procreando con los eslabones perdidos

 

La corriente de simios africanos subdividiéndose sobre si misma, es en miniatura como el anillo de gaviotas alrededor del hemisferio norte, excepto que los intermediarios ya están muertos. El punto que quiero enfatizar es que, sin tener en cuenta la moralidad, podría ser incidental que los intermediarios. ¿Y si no lo estuviesen? Y si un grupo de especimenes intermediarios hubiese sobrevivido para ligarnos a los chimpancés modernos por una corriente, no solo de manos tomadas, sino de entrecruzamientos? Recuerdas la canción: "Bailé con un hombre, que bailó con una chica que bailó con el Príncipe de Gales? No podemos (del todo) procrear con los chimpancés modernos, pero necesitaríamos tan solo de un puñado de especimenes intermediarios para ser capaces de cantar: "Procreé con un hombre, que procreó con una chica, que procreó con un chimpancé".
Es una suerte rara que ese puñado de intermediarios no existan más ("suerte" desde un punto de vista; personalmente adoraría conocer-los). Pero en ese caso nuestras leyes y reglas morales habrían sido muy diferentes.
Solo necesitaríamos conocer un único sobreviviente; digamos un Australopithecus remanente en una selva Budongo, y nuestro precioso sistema de normas y de ética sería despedazado. Las fronteras con las cuales segregamos nuestro mundo serían despedazadas. El racismo se desvanecería junto con el especiesismo en una confusión inflexible y brutal. El Apartheid, para aquellos que han creído en el, tomaría una importancia nueva y tal vez más urgente.
Pero por qué, podría preguntarse un filósofo de la moral, esto debería ser importante para nosotros? Al final, no es solamente la mente discontinua la que quiere colocar barreras en cualquier caso? Tanto que si, en el continuo de los simios que han vivido en África, los sobrevivientes dejarían un abismo conveniente entre el Homo y el Pan?.
De hecho no deberíamos, en cualquier caso, basar nuestro tratamiento a los animales en el hecho de poder o no procrear con ellos. Si queremos justificar nuestra ética de doble creación de estándares -si una sociedad concuerda que las personas deben ser tratadas mejor que, digamos las vacas (las vacas pueden ser cocinadas y comidas, las personas no)- debe haber mejores razones que las del parentesco de primos. Los humanos pueden ser taxonómicamente distantes de las vacas, pero no es más importante el hecho de que somos más inteligentes? O mejor, de acuerdo con Jeremy Bentham, los humanos pueden sufrir más que las vacas, aún si ellas lo detestarán tanto como los humanos (¿y por que rayos deberíamos suponer que no es así?), por no saber lo que están por vivir?.
Suponga que el linaje de los pulpos ha desarrollado cerebro y sentimientos comparables a los nuestros. Fácilmente podrían haberlo hecho. La mera posibilidad muestra la naturaleza accidental del parentesco de primos. Entonces, pregunta el filósofo moral, por qué enfatizar la continuidad humano/chimpancé? Sí, en un mundo ideal probablemente presentaríamos una mejor razón que la del parentesco, para, digamos, preferir la carnivoría al canibalismo. Pero el hecho melancólico es que, en el momento, las actitudes morales de la sociedad reposan casi enteramente en el imperativo especiesista y discontinuo.
¿Y si alguien consigue crear un híbrido humano/chimpancé?. Puedo asegurar, sin miedo a contradicción, que las noticias sacudirían al mundo. Los obispos irían a relinchar, los abogados se deleitarían en anticipación, los políticos conservadores irían a tronar, los socialistas no sabrían donde poner las barricadas. Los científicos que hubiesen hecho tal hazaña serían apabullados por los ámbitos políticamente correctos, denunciados en el pulpito y la prensa amarillista, condenado, tal vez, por la fatwa de un ayatolá. La política nunca más sería la misma, ni la teología, la sociología, la sicología o la mayoría de las ramas de la filosofía. El mundo que sería sacudido, por tal evento incidental como una hibridización, es de hecho un mundo especiesista, dominado por la mente discontinua.
He argumentado que la laguna discontinua entre los humanos y "los simios" que levantamos en nuestras mentes es lamentable. También argumenté que, en cualquier caso, la presente posición del abismo sacrosanto es arbitraria, resultado de un accidente evolutivo. Si las contingencias de supervivencia y de extinción hubiesen sido diferentes el abismo estaría en un lugar diferente. Los principios éticos que son basados en un capricho accidental no deberían considerase como si estuviesen grabados en piedra.

Buenas Y Malas Razones Para Creer

Buenas Y Malas Razones Para Creer

Richard Dawkins


Querida Juliet:

Ahora que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mi es muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños alfilerazos en el cielo, son en realidad gigantescas bolas de fuego como el Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y cómo sabemos que la Tierra es una bola más pequeña, que gira alrededor de esas estrellas, el Sol?

La respuesta a esas preguntas es "por la evidencia". A veces, "evidencia" significa literalmente ver (u oír, palpar, oler) que una cosa es cierta. Los astronautas se han alejado de la Tierra lo suficiente como para ver con sus propios ojos que es redonda. Otras veces, nuestros ojos necesitan ayuda. El "lucero del alba" parece un brillante centelleo en el cielo, pero con un telescopio podemos ver que se trata de una hermosa esfera: el planeta que llamamos Venus. Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo, palpándolo, etc.) se llama "observación".

Muchas veces, la evidencia no sólo es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se ha cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el asesino y la persona asesinada). Pero los investigadores pueden reunir otras muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó. No demuestra que cometiera el asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas encajan en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue Fulano el que cometió el asesinato.

Los científicos -especialistas en descubrir lo que es cierto en el mundo y el Universo- trabajan muchas veces como detectives. Hacen una suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que podría ser cierto. Y a continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así, deberíamos observar tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo si el mundo fuera verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que avance siempre en la misma dirección acabará por llegar al mismo punto del que partió. Cuando el médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y haya visto el sarampión. Su primera mirada le proporciona una hipótesis: podrías tener sarampión. Entonces, va y se dice: "Si de verdad tiene el sarampión, debería ver...." y empieza a repasar toda su lista de predicciones, comprobándolas con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos (¿tienes caliente la frente?) y con los oídos (¿te suena el pecho como suena cuando se tiene el sarampión?). Sólo entonces se decide a declarar "Diagnóstico que la niña tiene sarampión". A veces, los médicos necesitan realizar otras pruebas, como análisis de sangre o rayos x, para complementar las observaciones hechas con sus ojos, manos y oídos.

La manera en que los científicos utilizan la evidencia para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y complicada que no te la puedo explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por ahora la evidencia, que es una buena razón para creer algo, porque quiero advertirte en contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman "tradición", "autoridad" y "revelación".

Empecemos por la tradición. Hace unos meses estuve en televisión, charlando con unos 50 niños. Estos niños invitados habían sido educados en diferentes religiones: había cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, sijs...El presentador iba con el micrófono de niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños decían demuestra exactamente lo que yo entiendo por "tradición". Sus creencias no tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las creencias de sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en ninguna evidencia. Decían cosas como "los hindúes creemos tal y cual cosa", "los musulmanes creemos esto y lo otro", "los cristianos creemos otra cosa diferente".

Como es lógico, dado que cada uno creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón.
Por lo visto, al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la tradición. La tradición es la transmisión de creencias de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se originan casi de la nada: es posible que alguien las inventará en algún momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de Thor y Zeus; pero cuando se han transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición.

El problema con la tradición es que, por muy antigua que sea una historia, es igual de cierta o de falsa que cuando se inventó la idea original. Si te inventas una historia que no es verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante siglos, por muchos siglos que sean.

En Inglaterra, gran parte de la población ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de las muchas ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la ortodoxa rusa, la católica romana y la metodista. Cada una cree cosas diferentes. La religión judía y la musulmana son un poco más diferentes, y también existen varias clases distintas de judíos y de musulmanes. La gente que cree una cosa está dispuesta a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente distintas, de manera que se podrá pensar que tienen muy buenas razones -evidencias- para creer lo que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes creencias se deben únicamente a diferentes tradiciones.

Vamos a hablar de una tradición concreta. Los católicos creen que María, la madre de Jesús, era tan especial que no murió, sino que fue elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras tradiciones cristianas discrepan, diciendo que María murió como cualquier otra persona. Estas otras religiones no hablan mucho de María, ni la llaman "Reina del cielo", como hacen los católicos. La tradición que afirma que el cuerpo de María fue elevado al cielo no es muy antigua. La Biblia no dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a la pobre mujer apenas se la menciona en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue elevado a los cielos no se inventó hasta unos seis siglos después de Cristo. Al principio, no era más que un cuento inventado, como Blancanieves o cualquier otro. Pero con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una tradición y la gente empezó a tomársela en serio, sólo porque la historia se había ido transmitiendo a lo largo de muchas generaciones. Cuanto más antigua es una tradición, más en serió se la toma la gente. Y por fin, en tiempos muy recientes, se declaró que era una creencia oficial de la Iglesia Católica: esto ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad que tienes tú ahora. Pero la historia no era más verídica en 1950 que cuando se inventó por primera vez, seiscientos años después de la muerte de María.

Al final de esta carta volveré a hablar de la tradición, para considerarla de una manera diferente.

Pero antes tengo que hablarte de la otras dos malas razones para creer una cosa: la autoridad y la revelación.

La autoridad, como razón para creer algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una de las ramas de la religión musulmana, las personas más importantes son unos ancianos barbudos llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes dispuestos a cometer asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les dicen que lo hagan.

Cuando te decía que en 1950 se dijo por fin a los católicos que tenían que creer en la asunción a los cielos del cuerpo de María, lo que quería decir es que en 1950 el Papa les dijo que tenían que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa decía que era verdad, luego tenía que ser verdad! Ahora bien, lo más probable es que, de todo lo que dijo el Papa a lo largo de su vida, algunas cosas fueron ciertas y otras no fueron ciertas. No existe ninguna razón válida para creer que todo lo que diga sólo porque es el Papa, del mismo modo que no tienes porque creer todo lo que te diga cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a sus seguidores que no limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su autoridad tan ciegamente como a él le gustaría, el resultado sería terrible: hambre, enfermedades y guerras provocadas por la sobrepoblación.

Por supuesto, también en la ciencia ocurre a veces que no hemos visto personalmente la evidencia, y tenemos que aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he visto con mis propios ojos ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen la velocidad de la luz. Esto podría parecer "autoridad" pero en realidad es mucho mejor que la autoridad, porque la gente que escribió esos libros sí que había observado la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha evidencia siempre que lo desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni siquiera los sacerdotes se atreven a decir que exista alguna evidencia de su historia acerca de la subida a los cielos del cuerpo de María.

La tercera mala razón para creer en las cosas se llama "revelación". Si en 1950 le hubieras podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que "se le había revelado". Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo orientación. Había pensado y pensado, siempre sólo, y cada vez se sentía más convencido. Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación "revelación". No sólo los Papas aseguran tener revelaciones. Las tienen montones de personas de todas las religiones, y es una de las principales razones por las que creen las cosas que creen. Pero ¿es una buena razón?

Supón que te digo que tu pero ha muerto. Te pondrías muy triste y probablemente me preguntarías: "¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo ha sucedido?" y supón que yo te respondo: "En realidad no sé que Pepe ha muerto. No tengo ninguna evidencia. Pero siento en mi interior la curiosa sensación de que ha muerto". Te enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes que una "sensación" interior no es razón suficiente para creer que un lebrel ha muerto. Hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de vez en cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son. Está claro que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de modo que ¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta? La única manera de asegurarse que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha parado, o que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real de que ha muerto.

A veces, la gente dice que hay que creer en las sensaciones internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas como "mi mujer me ama". Pero éste es un mal argumento. Puedes encontrar abundantes pruebas de que alguien te ama. Si estás con alguien que te quiere, durante todo el día estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de evidencia, que se van sumando. No se trata de una pura sensación interior, como la que los sacerdotes llaman revelación. Hay datos exteriores que confirman la sensación interior: miradas en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz, pequeños favores y amabilidades; todo eso es autentica evidencia.

A veces, una persona siente una fuerte sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna evidencia, y en estos casos lo más probable es que esté completamente equivocada. Existen personas con una firme convicción interior de que una famosa estrella de cine las ama, aunque en realidad la estrellan siquiera las conoce. Esta clase de personas tienen la mente enferma. Las sensaciones interiores tienen que estar respaldadas por evidencias; si no, no podemos fiarnos de ellas.
Las intuiciones resultan muy útiles en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que poner a prueba buscando evidencias. Un científico puede tener una "corazonada" acerca de una idea que, de momento, sólo "le parece" acertada. En sí misma. Ésta no es una buena razón para creer nada; pero sí que puede razón suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un experimento concreto o buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos utilizan constantemente sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas ideas no valen nada si no se apoyan con evidencias.

Te prometí que volveríamos a lo de la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría intentar explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para sobrevivir en las llanuras de África. Los cangrejos de río están construidos para sobrevivir en agua dulce. También las personas somos animales, y estamos construidos para sobrevivir en un mundo lleno de... otras personas. La mayoría de nosotros no tienen que cazar su propia comida, como los leones y los bogavantes; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a otras. Nadamos en un "mar de gente". Lo mismo que el pez necesita branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder tratar con otra gente. El mar de está lleno de agua salada, pero el mar de gente está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma.

Tú hablas inglés, pero tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de vosotras habla el idioma que le permite hablar en su "mar de gente". El idioma se transmite por tradición. No existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pepe es a dog. En Alemania, es ein Hund. Ninguna de estas palabras es más correcta o más verdadera que la otra. Las dos se transmiten de manera muy simple. Para poder nadar bien en su propio "mar de gente", los niños tienen que aprender el idioma de su país y otras muchas cosas acerca de su pueblo; y esto significa que tienen que absorber, como si fuera papel secante, una enorme cantidad de información tradicional (Recuerda que "información tradicional" significa, simplemente, cosas que se transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos). El cerebro del niño tiene que absorber toda esta información tradicional, y no se puede esperar que el niño seleccione la información buena y útil, como las palabras del idioma, descartando la información falsa o estúpida, como creer en brujas, en diablos y en vírgenes inmortales.

Es una pena, pero no se puede evitar que las cosas sean así. Como los niños tienen que absorber tanta información tradicional, es probable que tiendan a creer todo lo que los adultos les dicen, sea cierto o falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los adultos les dicen son ciertas y se basan en evidencias, o, por lo menos en el sentido común. Pero si les dicen algo que sea falso, estúpido o incluso maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño se lo crea también? ¿Y que harán esos niños cuando lleguen a adultos? Pues seguro que contárselo a los niños de la siguiente generación. Y así, en cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa -aunque sea completamente falsa y nunca existan razones para creérsela-, se puede seguir creyendo para siempre.

¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones? Creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre..., ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas. Sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.

Otros millones de personas creen en cosas diferentes, porque se les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A los niños musulmanes se les dice cosas diferentes de las que se les dicen a los niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los episcopalianos, los shakers, los cuáqueros, los mormones o los holly rollers, y todos están absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros están equivocados. Creen cosas diferentes exactamente por las mismas razones por las que tú hablas inglés y tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de los dos idiomas es el idioma correcto en su país. Pero de las religiones no se puede decir que cada una de ellas sea la correcta en su propio país, porque cada religión afirma cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede estar viva en la católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda del Norte.

¿Qué se puede hacer con todo esto? A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque sólo tienes 10 años. Pero podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien te diga algo que parezca importante piensa para tus adentros: "¿Es ésta una de esas cosas que la gente suele creer basándose en evidencias? ¿O es una de esas cosas que la gente cree por la tradición, autoridad o revelación?" Y la próxima vez que alguien te diga que una cosa es verdad, prueba a preguntarle "¿Qué pruebas existen de ello?" Y si no pueden darte una respuesta, espero que te lo pienses muy bien antes de creer una sola palabra de lo que te digan.

Te quiere,
Papá.



.

¿QUIERES SALIR AQUI? , ENLAZAME