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martes, 22 de diciembre de 2009

TRATADOS HERMETICOS -- TRATADO VII

TRATADOS HERMETICOS

TRATADO VII

EL MAYOR DE LOS MALES HUMANOS ES LA IGNORANCIA DE DIOS

1.

¿Hacia dónde corréis, hombres, ebrios como estáis por haber bebido hasta las heces del vino sin mezcla de la doctrina de ignorancia, vino que no podréis digerir y que deberéis vomitar? ¡Abandonad la embriaguez, deteneos! Mirad hacia lo alto con los ojos del corazón y si todos no podéis, que lo hagan quienes puedan. Pues el azote de la ignorancia inunda la tierra toda, corrompe el alma prisionera del cuerpo sin permitirle anclar en los puertos de la salud.

2.

No os dejéis arrastrar por la violencia del oleaje, antes bien, arprovechad el reflujo, vosotros, que podéis desembarcar en el puerto de la salud, arrojad el ancla y buscaos un guía que os muestre la ruta hasta las puertas de la Gnosis, allí donde refulge la resplandeciente luz, pura de tinieblas, allí donde nadie está borracho, sino que todos están sobrios, alzando la mirada del corazón hacia Aquél que quiere ser contemplado; pues no se deja ni entender ni describir y no es visible a los ojos del cuerpo, sino solamente a la inteligencia y al corazón.

Pero antes has de desgarrar de punta a punta la túnica que te reviste, tejido de la ignorancia, soporte de la maldad, cadena de corrupción, celda tenebrosa, muerte viviente, cadáver sensible, sepulcro que contigo llevas por todas partes, ladrón que habita en tu casa, compañero que te odia por las cosas que él ama y que por las cosas que odia, te envidia[1].

3.

De un enemigo tal te has revestido como de un atuendo que te estrangula y te atrae con él hacia lo bajo, por miedo de que, alzando los ojos hacia lo alto y contemplando la belleza de la verdad y el bien que reside en ella, acabes por aborrecer su maldad, después de comprender todos los embustes que ha dirigido contra ti.

Ha tornado insensibles los órganos de los sentidos inaparentes para que no sean tenidos por tales, obstruyéndolos con la masa de la materia y llenándolos con una repugnante voluptuosidad, con objeto de que no tengas oído para las cosas que has de oír ni vista para las que has de ver.



[1] L Menard traduce “enemigo en el amor, celoso en el odio”, en “Los Libros de Hermes Trismegisto”, Ed. Edicomunicación.

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