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martes, 22 de diciembre de 2009

TRATADOS HERMETICOS -- TRATADO IV

TRATADOS HERMETICOS

TRATADO IV

EL CRÁTER O LA MONADA

DE HERMES TRISMEGISTO A SU HIJO TAT

1.

Dado que el Demiurgo[1] ha creado el mundo no con las manos sino con la palabra, deberás concebirlo como presente, como siempre existente, como hacedor de todo, el Uno y el Solo, y el que ha creado los seres por su sola voluntad. Su cuerpo no es tangible, ni visible, ni mesurable, ni extenso, ni semejante a ningún otro cuerpo[2]. Pues no es ni fuego, ni agua, ni aire, ni aliento, pero todas las cosas provienen de él.

Y, siendo bueno, no se ha querido consagrar esta ofrenda a él sólo, ni ha querido para él solo adornar la tierra.

2.

Sino que, como adorno del cuerpo divino, ha colocado al hombre, mortal viviente, ornamento del inmortal viviente. Y si el mundo ha prevalecido sobre los vivientes por la eternidad de la vida, el hombre, a su vez, ha prevalecido sobre el mundo por la razón y el intelecto. Ha nacido para contemplar las obras de Dios, admirarlas y conocer a su Autor[3].

3.

En consecuencia, ¡oh Tat!, Dios ha distribuido la razón entre todos los hombres, pero no la inteligencia, no porque haya sentido envidia de alguien, pues la envidia le es ajena, no viene de lo alto sino que se forma aquí abajo, en las almas de los hombres que no poseen intelecto.

TAT: ¿Por qué, entonces, oh padre, Dios no ha repartido la inteligencia entre todos?

HERMES: Porque ha querido, oh hijo mío, colocarla en medio de las almas como un premio a conquistar.

4.

TAT: ¿Y dónde la ha colocado?

HERMES: Con ella ha llenado un gran cráter[4] que ha enviado a la tierra y ha escogido un heraldo con la orden de proclamar estas palabras a los corazones de los hombres: ¡Sumérgete, tú que puedes, en este cráter que te ofrezco, tú, que crees poder alzarte de nuevo hacia Aquél que a la tierra envió el cráter, tú, que sabes por qué has venido al ser![5]

Y los que respondieron a esta proclama y fueron bautizados en la Inteligencia, ésos poseyeron la Gnosis y se convirtieron en los iniciados de la Inteligencia, los hombres perfectos. Los que no comprendieron la proclama, ésos son los logikoi, poseen la razón pero no la inteligencia, e ignoran por qué y para qué han nacido.

5.

Las sensaciones de esos hombres recuerdan a las de los animales irracionales, y como su temperamento permanece en un estado de pasión y deseo, no admiran lo que es digno de ser contemplado, se entregan a los placeres y apetitos del cuerpo y creen que esto es la finalidad del hombre.

Pero los que han tomado parte del don de Dios, éstos, oh Tat, considerando sus obras son inmortales y no ya mortales, porque han abrazado con la inteligencia lo que está sobre la tierra y en el cielo e incluso aquellas que están por encima del cielo. Al haberse elevado de este modo por sí mismos hasta una altura tal, contemplan el Bien, y este espectáculo les hace considerar como una desgracia su estancia aquí abajo. Entonces, desprecian todas las cosas corporales e incorporales y avanzan hacia el Uno y el Solo.

6.

Tal es, ¡oh Tat!, la ciencia del intelecto, la posesión de las cosas divinas y la comprensión de Dios. Tal es el don del cráter divino.

TAT: ¡Yo también quiero ser bautizado, oh padre!

HERMES: Si no empiezas por odiar a tu cuerpo, oh hijo mío, no puedes amarte a ti mismo. Amándote a ti mismo, poseerás la inteligencia y entonces obtendrás la ciencia.

TAT: ¿Qué quieres decir, oh padre?

HERMES: Es imposible, oh hijo mío, apegarse a la vez a las cosas mortales y a las cosas divinas. Los seres son corporales o incorporales, y en ello lo mortal se distingue de lo divino; hay que escoger lo uno o lo otro, porque uno no puede apegarse a los dos a la vez, y cuando se ha hecho una elección, lo que se abandona manifiesta la energía de lo otro[6].

7.

De ahí que la elección de lo mejor, en tanto que diviniza al hombre, no sólo sea la elección más gloriosa para el que la ha hecho, sino que también manifiesta la piedad para con Dios. Por el contrario, una mala elección es la pérdida del hombre, y si para los demás no ha sido una ofensa contra Dios, sí lo ha sido para ése; y como ocurre con las procesiones que avanzan por entre la multitud sin ser capaces de producir nada por sí mismas y estorbando la marcha de los demás, de modo parecido aquellos hombres no hacen más que desfilar por el mundo impulsados por las voluptuosidades corporales[7].

8.

Esto es así, ¡oh Tat!, tenemos y siempre tendremos a nuestra disposición lo que viene de Dios, no tenemos más que tomarlo sin tardanza. Pero que no falte y esté al alcance lo que nos corresponde a nosotros, pues Dios no es responsable de nuestros males: nosotros somos los responsables en tanto que los preferimos al Bien. ¿Ves, oh hijo mío, por cuántos cuerpos hemos de pasar, cuántos coros de démones, qué sucesión continua y cuántos cursos astrales, para llegar al Uno y Solo? El bien es inaccesible, infinito e ilimitado; para Él mismo no tiene comienzo alguno, más para nosotros parece tener uno que es la Gnosis[8].

9.

El conocimiento no es precisamente el principio del Bien, sólo nosotros le damos un comienzo en tanto que objeto a conocer[9]. En consecuencia, debemos aferrarnos a ese principio y recorrerlo con presteza: tortuoso camino es el abandonar los objetos familiares y presentes y deshacer el camino hacia las cosas primigenias y primordiales[10]. Las apariencias nos atraen y rechazamos creer en lo invisible[11]. Las cosas malas son muy aparentes a los ojos pero el Bien, por el contrario, es invisible a los ojos visibles, porque no tiene ni forma ni figura y, por esta razón, siendo semejante a sí mismo es distinto de todo lo demás: es imposible que un incorporal se torne aparente a un cuerpo[12].

10.

He aquí en qué lo parecido se distingue de lo diferente, y en qué lo diferente es inferior a lo parecido[13]. La mónada[14], al ser principio y raíz de todas las cosas, existe en todas las cosas en tanto raíz y principio. Nada existe sin principio, y en cuanto al principio mismo, no deriva de nada más que de él mismo porque él es, efectivamente, principio de todo lo demás. Al ser principio, la mónada contiene todos los números y no es contenida por ninguno, y engendra todo número sin ser engendrada por número alguno.

11.

Todo lo que es engendrado es imperfecto, divisible, extensible y reducible, pero nada de esto afecta a lo perfecto. Lo que pude crecer crece por la mónada, y sucumbe a su propia debilidad al no ser capaz de contener la mónada.

He aquí, ¡oh Tat!, la imagen de Dios, en la medida en que puede ser representada. Si la contemplas atentamente y si la comprendes con los ojos del corazón, créeme, hijo mío, encontrarás el camino de la ascensión, o mejor dicho esta imagen misma te conducirá. Porque la contemplación posee una virtud propia: toma posesión de aquéllos que han contemplado una vez, encadena y atrae, del mismo modo que el imán, se dice, atrae hacia sí al hierro.



[1] O bien, “El Gran Obrero”, Louis Menard, en “Los Libros de Hermes Trismegisto”, Ed. Edicomunicación.

[2] O bien, “Éste es verdaderamente su cuerpo, que no se puede tocar, ni ver, ni medir, carente de dimensión...”, García i Amat, en “Obras Completas”, Ed. Continente.

[3] O bien, “En efecto: el hombre se ha tornado contemplador de la obra de Dios, ha quedado maravillado y ha aprendido a conocer al Creador”, García i Amat, op. cit.

[4] O bien, “una gran crátera”, García i Amat, op.cit.

[5] O bien, “Bautizaos, si podéis, en el cráter, aquellos que creéis que volveréis al que lo ha enviado, aquellos que sabéis por qué habéis nacido”, id.

[6] O bien, “y allí donde no queda sino escoger el defecto de uno manifestará la potencia activa del otro”, García i Amat, op. cit.

[7] O bien, “Una mala elección es la pérdida del hombre, pero sin perjudicar a Dios; únicamente, que, como esos paseantes ociosos que estorban los caminos, se pasa a través del mundo arrastrado por los placeres del cuerpo”, L. Menard, op. cit.

[8] O bien, “El Bien es infranqueable, ilimitado y sin final y, en lo que a él concierne, sin comienzo alguno, aunque a nosotros nos parezca que tiene un principio cuando empezamos a conocerlo”, García i Amat, op. cit.

[9] O bien, “La Gnosis no es precisamente el principio del Bien, pero es por ella como llegamos a El”, L. Menard, op cit.

[10] O bien, “Tomémosla, pues, como guía, y avanzaremos a través de todos los obstáculos. Es difícil abandonar las cosas presentes y acostumbradas para volver a las antiguas rutas”, L. Menard, op cit.

[11] O bien, “Lo que aparece ante nuestros ojos nos deleita, y lo inaparente nos hace dudar”, García i Amat, op. cit.

[12] O bien, “Lo incorporal no puede manifestarse al cuerpo”, L. Menard, op. cit.

[13] O bien, “Tal es la diferencia entre lo semejante y lo distinto y la deficiencia que afecta al distinto con respecto al semejante”, García i Amat, op. cit.

[14] L. Menard traduce “la unidad”, op. cit.

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